Diario de Castilla y León

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SANCHO Gracia saltó a la fama en los años setenta por la serie de televisión española ‘Curro Jiménez’, una especie de Robin Hood pero a la española y en los caminos y cruces de Andalucía. Defensor de los pobres y oprimidos, príncipe de los ladrones y luchador incasable de las injusticias sociales de la época decimonónica (recuerda mucho a los combatientes de la Guerra de la Independencia que Galdós describe en sus episodios nacionales), dejó una huella imborrable en la historia de la cinematografía española. A Sancho Gracia le sucedió en la pantalla uno de sus hijos, Rodolfo, icono de varias series como ‘La Señora’ e ‘Isabel’.

En la primera de ellas, Rodolfo protagonizó a Ángel, un chico procedente de una familia humilde, trabajadora y obrera, que se hace sacerdote para poder mantener a su familia, pero que, a la vez, se enamora de la hija del empresario más rico e importante de una zona minera de Asturias. Es una mezcla del Pájaro Espino y la Regenta recauchutados. Le acompaña en el reparto Adriana Ugarte. En la segunda, encarna a Fernando el Católico, marido de Isabel y Rey de las Españas. En las dos interpreta a la perfección los papeles que le encomiendan.

Está siendo la noticia del verano el presunto asesinato en una isla de Tailandia de Edwin Arrieta, cirujano exitoso y acomodado de Madrid, a manos de Daniel Sancho, con el que mantenía algún tipo de relación. Por lo que se va sabiendo a través de los medios de comunicación de todo el mundo, la historia resulta ser más complicada de lo que en un principio pudiera parecer. Familiares de uno y de otro están consternados y el futuro del hijo de Rodolfo Sancho no es muy halagüeño por las pruebas que van apareciendo.

Daniel Sancho ha hecho suyo ese pensamiento del filósofo alemán Immanuel Kant, padre del inmanentismo moderno, heredero de Guillermo de Ockham e hijo predilecto de Descartes, quien lleva a sus últimas consecuencias el planteamiento de que el hombre es incapaz de conocer objetivamente aquello que se encuentra fuera de su mente pues todo juicio humano es relativo en la medida en que la idea de las cosas reales provienen de su propio raciocinio y no de la cosa que existe de modo independiente en la existencia humana. En definitiva, no existen conceptos universales ni verdades absolutas asequibles a la mente humana. Vaya panorama.

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