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El vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, ejerce su derecho al voto.- ICAL

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Así, a bote pronto  la primera duda es saber quién se va a comer el estacazo que se ha metido VOX en Castilla y León. Porque el estacazo ha sido morrocotudo. Cierto que el partido ha empezado a mostrar signos evidentes de agotamiento con un PP regido por políticos, no por un grupo de adolescentes inconscientes. Pero, a diferencia del conjunto nacional, VOX se presentaba a su primera reválida tras entrar en un gobierno, el gobierno de la Junta en coalición con los populares de Alfonso Fernández Mañueco. Era la primera prueba de fuego del joven vicepresidente, Juan García Gallardo, que hace apenas año y medio hizo añicos todos los pronósticos con un resultado despampanante en el gélido febrero del imprevisible adelanto electoral. Año y medio después ha mandado para casa a cinco diputados nacionales repartidos en otras tantas provincias de Castilla y León. Gallardo se echó la campaña a las espaldas y recorrió toda Castilla y León, desde Aguilar de Campoo hasta Reus. Se metió un tute de órdago dando mítines y abrazos durante quince días. Y todo para darse un batacazo que no tiene buenos augurios para la parte contratante de la segunda parte de la parte contratante del gobierno de Castilla y León. ¿Quién se lo va a comer? Tenemos ‘comegambas’, a decir del insistente consejero Veganzones. Tenemos ‘comemierdas’, a decir del rudimentario líder ugetista Pepe Álvarez. Y ahora falta saber quién es el ‘comehostiazos’ electorales. Porque las urnas son de metacrilato no reforzado y gozan de un tamaño considerable, como para digerirlas de un trago. Y el que no va a tragar más con algaradas y mamarrachadas es Mañueco, que va  a poner velocidad de crucero al trayecto de su gabinete con la mirada puesta en las elecciones autonómicas de mediados de 2025. Si no antes. Un año antes, que hay gallegas. Se acabaron los esperpentos en el ámbito del gobierno. Para estridencias, cada uno tiene su partido, advertirá Mañueco.