Pepe Álvarez no es Schopenahuer
LA TENTACIÓN de mandar a esparragar al consejero de Empleo de la Junta, Mariano Veganzones, y sus pulseras, es tan humana como institucionalmente improcedente. Un lujo que no se puede permitir un alto dirigente sindical. Y menos en público con pinta de haber abusado del frasco sin encomendarse ni a dios ni al proletariado. Sabemos que Pepe Álvarez, el líder máximo de la UGT, no es precisamente Schopenahuer. Sabemos que el Señor no le ha llamado por los delicados surcos de la retórica y la dialéctica. Sabemos que se calienta con facilidad. Sabemos que tiene que estar hasta el moño de que Veganzones aluda a su ácido úrico. Pero eso no se cura elevando el nivel del insulto. Primero fue «mamarracho», insulto de esos redondos que calan de cuajo. Hemingway amaba el español, entre otras cosas, por la riqueza que atesoraba para insultar, tan alejada del simplismo del inglés, limitado a un puñado de conjugaciones del fuck. Y tras el «mamarracho» llegó el «puto comemierda» del líder de la UGT al titular de cartera de Empleo de Castilla y León. Veganzones es un vegano empedernido que sólo procura la protección de la gamba de Huelva, blanca, aunque no la de Garrucha, que es roja. Nutrir el Diálogo Social en Castilla y León con «comegambas» y «comemierdas» no parece la dieta más oportuna para recuperar la cordialidad, la estabilidad y la serenidad de un órgano tan necesario como pertinente. Pepe Álvarez ha llegado tan lejos en tan poco tiempo en la dialéctica hegeliana que ya no hay marxismo que lo sujete. Aunque igual es presuntuoso pronosticar lo lejos que ha llegado, no sea que se marque un ‘sujétame el cubata’ en el próximo mitin. Si este sigue siendo el nivel que el jefe de la UGT quiere aplicar a la forma de dialogar, a través del metalenguaje, lo mejor es que lo resuelvan a hostia limpia. Bien haría en tomar nota de su líder regional, Faustino Temprano, que ha optado por la demoledora estrategia de la indiferencia.