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DESDE los partidos políticos pretenden hacernos creer que son coleccionistas de genios y de magos que van a cambiar el mundo con cada una de sus promesas. Pues algunas lideresas del último gobierno Frankenstein también se han apropiado de esa impronta templada y vitalista con que Lou Andreas-Salomé 1861-1937 dejó plasmada una obra literaria que constituye un duelo renovado. Quedó registrada en los estudios psicoanalíticos que izaron sus amantes: Nietzsche, Rilke, Poul Bjerre y otros que también contribuyeron a que pudieran trascender mejores condiciones en los modos de vida de las mujeres, pues entonces ya existían movimientos que amparaban la igualdad, y si Irene Montero y todas sus secuaces levantaran la cabeza, se darían cuenta de que antes de que apareciesen en escena ya existía un nutrido pensamiento. Pero la inteligencia intuitiva de los políticos al uso, a veces nos desborda y nos putea; a pesar de que existen grandes laberintos ideológicos que inquietan mucho a los ciudadanos de a pie. Las decisiones políticas pueden ser tan triviales y tan fatuas que en muchas ocasiones carecen de sentido, pero, a pesar de todo, señalan el camino a recorrer y a veces el camino es tortuoso… También en la obra que dejó escrita Sheena Iyengar, titulada ‘El arte de elegir’ juegan un papel muy importante nuestros intereses, y eso será por algo, pues si la política es también creatividad, la creatividad debería humanizarse.

Elegir desde lo positivo y dar apoyo a las posiciones políticas de cualquier ideología es el arte de decidir por una sola posición política, descartando a las demás. Ya que elegir es un acto deliberado, intencional y consecuente. Aristóteles pensaba que la libertad de elección es lo que ratifica los actos de una deliberación que ha de ser concienzuda. Por lo tanto, quien vota a un partido o a otro, renuncia a elegir a los demás. Hace suyo el conflicto de intereses. Ya dijo don Miguel de Unamuno que el Quijote es una obra magnífica que ya no es de Cervantes, es de los que siguen leyéndola y la sienten. Pero queda lo que dijo don Alonso Quijano el Bueno: «La libertad, Sancho es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos».

Y de todas las libertades elogio la «libertad intimista», la menos material, y taso la económica, la que se valora en dinero. Ambas son esenciales cuando apuntalan los signos de VERDAD, que anunciaba el economista Milton Friedman: cuando se antepone la igualdad a la libertad no se obtienen ninguna de las dos… y a veces hay políticos vacíos, fuleros, mentirosos y engolados que hablan como Gerundio de Campazas. ¿Triunfarán los mejores?