Errores vencibles
ERRARE HUMANUM EST. Y de ahí el equívoco, la metedura de pata, el desliz, la imprudencia involuntaria. Y la mentira, que despliega, al unísono, en acrobática y perspicaz sincronía, los más elocuentes engaños de la naturaleza humana, y los ribetes más sugerentes en contradicciones y efectos paradójicos de los errores. Así, las equivocaciones pueden ser tomadas en su conjunto como errores, mientras que las mentiras raramente se despojan de un impulso volitivo consciente. Dejarían de ser mentiras, para convertirse en simples errores.
Las diversas declaraciones de Pedro Sánchez en su tour mediático permitirían dar completo contenido a una sesuda tesis doctoral sobre la mentira. En la que habría que comenzar por desentrañar la hipotética realidad de su autoría, dato imprescindible para cualquier juicio sereno y legítimo. Y para la condena. No vaya a suceder como en aquella sentencia de la actual ministra de Defensa, en su etapa como magistrada, que se ubicó en el lugar de la acusación, y por la que se condenó a un magrebí como autor de una violación que nunca cometió. Las pruebas genéticas lo descartaban como autor, pero… Quince años a la sombra.
Pero volvamos a la mentira como asignatura de la política, en la que obtuvo –y persiste en su acción, como en todo delito continuado- matrícula de honor el actual presidente del Gobierno español. Sobre todo lo mentido, y llovido sobre lo mentido, ahora indica que se debe a meros cambios de opinión. De tal modo que a Sánchez, visto lo visto, y lo escuchado, no le importa sacrificar una cuota de inteligencia para obtener en préstamo temporal la imagen de una relativa honestidad en la toma de decisiones.
Quiere que creamos que se equivocó en el diagnóstico, y que su paciente, la sociedad, le disculpe simpáticamente por haberle amputado la pierna sana, en vez de la inevitablemente gangrenada. El problema, para creerlo, es que todos sus desprecios a la verdad, y la realidad jurídica y ética, han ido en el mismo sentido. El de su pervivencia en el poder, y además con una ingente inversión de recursos para el culto a su persona (lo de su personalidad se tiene que tramitar en el departamento de salud mental). Sin importarle qué sacrificio de convivencia y dignidad institucional había que practicar.
Todos los errores de Sánchez eran vencibles. Objetivamente vencibles, menos para él. Por su adicción al poder. Que no es eximente, ni atenuante para su responsabilidad política. Y por eso las mentiras son su estrategia, su motivación y su alimento. Sin ellas, no es sino un mal vendedor de enciclopedias.