Los elegidos a la mesa del señor
GRAN PODERÍO el semidios Sánchez con las listas del 23-J. Muchos se preguntan por la opción de Teresa Ribera –la ministra de Transición Ecológica– como número dos de Madrid. Lo atribuyen a las reiteradas muestras de resentimiento y sed de venganza del presidente hacia los hombres del campo, y más concretamente por los de Castilla y León pues, como es sabido y comprobado, aprovecha cualquier ocasión para hacer de una castaña todo tipo de ensayos gastronómicos y desestructurados.
Gran bondad la de la gente. Yo creo que la elección de Teresa Ribera –y dejo a un lado al resto de elegidos a la mesa del señor porque esto no es más que una muestra de orina para comprobar los índices incapacitantes–, obedece a una subidísima aplicación en política que, según Freud, consiste en la excitación permanente del sistema mediante el placer y el displacer en vena. O sea, lo más típico y característico del sanchunismo redentor que se resuelve en la misma ceremonia de orientación sexual: que todo se joda cuanto antes y de una puñetera vez.
El resto –que sea la señora Ribera la mujer de Bacigalupo siempre en conflicto de intereses, la monillos en sudoku, o la ministra que ha provocado la crisis de las fresas como la traición más flagrante a los intereses del campo–, parece una anécdota para que las moscas se abaniquen. Significa, ante todo, dos posicionamientos obsesivos de cara a las elecciones irritantes del 23-J. El uno ejemplarizante para la gente del campo o de la ciudad: si Sánchez a un sector castiga, a cientos de sectores hostiga. Y dos, que ya se trata de un gamberrismo descontrolado: saca más barbaridades en la chistera que conejos de la mollera. A esta cumbre que la vote una túrmix.