Diario de Castilla y León
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EL PUEBLO ha hablado y, como siempre, ha acertado porque su voluntad es siempre infalible. Pronto volverá a hacerlo porque hemos sido convocados de nuevo ante las urnas. Y volverá a acertar. Los que no dan una son nuestros representantes. Aquellos en los que depositamos el deber de representación en las instituciones y a los que cabe pedir como mínimo que tarden un poco más en destapar el engaño de que se trate de un proceso de transmisión de la voluntad popular en vez de una subasta de poltronas. Los cruces de declaraciones en torno a la idea, no sé si calificarla como peregrina o pura provocación de Núñez Feijóo, de que gobierne la lista más votada han vuelto a destapar que los partidos políticos tienen más varas de medir que un buhonero de los de antaño. Es una boutade sostener ese argumento o reclamarlo, como viene sucediendo, desde el momento en que nuestro ordenamiento jurídico permite que un alcalde o presidente de comunidad autónoma pueda ser elegido tras la suma de los suficientes votos para reunir una mayoría absoluta que otorgue bastón de mando a quien más apoyos concita.  Es quizá más democrático que sea elegido como alcalde o alcaldesa el candidato de la lista más votada o lo es aún más que representantes de partidos políticos diferentes sean capaces de llegar a un acuerdo en el que estén representados muchos más ciudadanos que en otras candidaturas. La respuesta varía como las veletas que impulsan los vientos de la demagogia. Lo que es lícito en un pueblo para un determinado partido no le vale para una comunidad. Todos conocemos ejemplos. Sí se pretende ser decididamente democrático y rompedor con nuevas propuestas, les lanzo el reto de que asuman el resultado de las urnas y la gestión de pactos tal y como se produzca y dejen de fomentar la división y el sectarismo. Hay quien sí ha tenido el cuajo de hacerlo, como el alcalde en funciones de Valladolid al que aplaudo y cuyo ejemplo recomiendo que prospere. Entretanto, la espiral de la demagogia sigue dispersando semillas de discordia a diestro y siniestro sembrando de inquina un final de la primavera que viene con riesgo de incendio. Hace cuatro años, actitudes, mensajes y consignas como las que hoy corren como la pólvora provocaron un vergonzoso escrache a las puertas del Ayuntamiento de Burgos antes del pleno de constitución de la corporación municipal. El excrecrable acoso a los nuevos concejales contra un supuesto pacto de gobierno que luego no fue dejó una imagen de falta de democracia y borreguismo ideológico del que algún concejal saliente aún se duele. Que ocurran esas cosas es responsabilidad también de quien levanta animadversiones y planta dianas en las espaldas de sus oponentes. Qué no se vuelva a reproducir. Que Burgos demuestre estar a la altura, salga quien salga con el bastón de mando en alto.

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