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AL FINAL, las obras quedan las gentes se van. En algunos casos no quedan ni las gentes ni las obras después de cuatro años haciendo como que hacen. Ya veremos, con el erial que han dejado algunos, qué es lo que pueden continuar los que vienen. Es cierto que las elecciones locales son especialmente importantes por tratarse de las administraciones más cercanas a los ciudadanos pero, al final, después de que unos vengan y otros se vayan, la vida sigue igual para la inmensa mayoría de la gente.

Los vuelcos y terremotos electorales lo son, sobre todo, a efectos políticos e informativos pero, en realidad, el día a día, la rutina y la vida de los electores no varía en absoluto. En primer lugar, porque más allá de los titulares la gente va a seguir exactamente con los mismos problemas, las mismas preocupaciones y las mismas dificultades que antes. En segundo lugar porque el margen  de iniciativa política de las administraciones locales está muy condicionado por las políticas nacionales de sus partidos, los posibles pactos y los ámbitos competenciales de las distintas administraciones. Y, en tercer lugar, porque, en algunos casos, el nivel de deuda y el déficit presupuestario que arrastran algunos Ayuntamientos deja poco margen para grandes cambios.

La partida de verdad se empieza a jugar ahora. Es cierto que siempre se dice que las próximas elecciones son las más importantes pero, en esta ocasión, es verdad que nos la jugamos como país. Las próximas elecciones generales van a tener, por primera vez, no sólo una enorme transcendencia política, social y económica, sino también territorial. A estas alturas nadie puede dudar de la capacidad del actual Presidente para cambiar de opinión y pactar lo que sea y con quien sea con tal de mantenerse en el poder. Esa es su prioridad. Lo ha demostrado con medidas tan insólitas como el indulto a los independentistas catalanes, el acercamiento de presos etarras a cárceles vascas facilitando privilegios, la vergonzante salida de la Guardia Civil de Navarra, la supresión del delito de sedición o la modificación de la malversación solo para beneficiar a sus socios separatistas. En estas circunstancias deberíamos preguntarnos qué puede ocurrir si, tras las próximas elecciones, el Gobierno socialista necesita del apoyo de los partidos independentistas. ¿Alguien puede dudar de que los independentistas vascos y catalanes no van a exigir la liberación de presos y la celebración de referéndums de independencia? Y, lo que es peor. Visto lo visto ¿Alguien puede dudar de que Sánchez no lo aceptará con tal de seguir gobernando? Mucho cuidado porque lo de estas elecciones ha sido un aperitivo pero a partir de julio puede que en España la vida ya nunca siga igual.