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Imagen de archivo de votaciones. -ICAL

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Apenas quedan cuatro días para que acabe la campaña electoral y que, por fin… empiece otra. No obstante, hay que reconocer que, bien por el perfil de los candidatos, por estrategia, porque en Castilla y León no hay autonómicas o por el generalizado desinterés general de la ciudadanía, lo cierto es que esta campaña está pasando sin pena ni gloria para los electores.

Por suerte o por desgracia a nuestros políticos únicamente les salvan los medios de comunicación del ostracismo más absoluto. La gente en su inmensa mayoría pasa ya totalmente de campañas, de promesas, de encuestas o de mítines y se limita a votar por responsabilidad al que consideran menos malo. A los mítines ya no va casi nadie que no sea un cargo público o un aspirante y sus respectivas familias. El resto de los mortales los observan con una extraña mezcla de indiferencia, desprecio, incredulidad y una cierta perplejidad más propia de quien observa desde la distancia un fenómeno de otra época que ni le va ni le viene.

A todo ello contribuye que la ciudadanía ha asumido ya de manera inexorable que la mentira en política ya no penaliza en absoluto, que las campañas no sirven para nada y que lo que se dice en campaña se incumple sistemáticamente sin ninguna consecuencia. A nuestros hijos les enseñamos que los hechos tienen consecuencias pero habrá que advertirles que hay algunas excepciones para quienes se han curtido en la vida política donde esa norma no se aplica. Hasta los propios políticos justifican sus incumplimientos sobre el argumento de que se trata de compromisos que se hicieron en campaña y, ya se sabe, que en campaña vale todo y hacer promesas falsas se da por hecho y por amortizado.

Tan sólo los medios de comunicación mantienen mínimamente viva la llama del interés en la política hasta el punto que, sin ellos y sin la atención que les prestan, la actividad de los políticos y su propia existencia no tendría ningún sentido ni transcendencia. Pensemos en Instituciones tan desprestigiadas en Castilla y León como Las Cortes donde cualquier iniciativa, debate, e incluso la presencia de los parlamentarios, decaería si no hubiera medios que les dieran una proyección social que jamás tendrían por si mismos o por el interés que generan en la ciudadanía. Si, por poner un ejemplo, los medios de comunicación dejaran de ir al Parlamento regional por allí no pisarían ni los ujieres y, lo que es peor, ¿alguien lo echaría de menos? Los políticos deberían dedicarse a solucionar los problemas de la gente pero, de momento, campaña sobre campaña y sobre campaña una