Diario de Castilla y León

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HACE UNAS semanas comentábamos que tuvo lugar en Burgos el momento que dio origen a la narrativa política que estaba condicionando el debate de la campaña electoral en el ámbito nacional hasta que surgió la denuncia del colectivo de víctimas del terrorismo por la presencia de etarras en las listas de Bildu. Se le ha caído el andamiaje a la maquinaria de propaganda del presidente Sánchez, aunque pronto se volverá con la burra al trigo del problema del agua. Después del «Doñana no se toca», que dejó estupefactos a los simpatizantes burgaleses del líder socialista cuando soltó aquello a casi mil kilómetros de las marismas cuando se suponía que venía a apoyar a su candidato en Burgos, se pasó a echar la manta del problema del agua sobre cualquier debate público. Parece que nunca antes hubo tal problema hasta que los voceros del régimen evidenciaron tal preocupación. A mi me dio por acordarme de las fotos y vídeos que envía a twitter y a la tele casi a diario un paisano de mi pueblo con el nacimiento del Duero sin agua el año pasado, el anterior con las laderas de Urbión agostadas por un estrés hídrico insólito en plena serranía donde nace uno de los ríos más importantes de España que ha llegado a bajar con medio palmo de agua. Ojo que también hemos visto inundaciones en el mismo lugar hace dos o tres años y granizadas. Por eso uno se pregunta a qué viene ahora abarrotar las tertulias de radio y televisión con el problema de la sequía que ya existía hace tres años y cinco y diez. ¿Quién se inventa el orden de las preocupaciones que nos tienen que galvanizar para saltar a las trincheras políticas? Esa es la cuestión, que entramos al trapo. Ahora la sequía es un problema, pero parece que no lo sería hace 20 años cuando la entonces la ministra socialista de Medio Ambiente, Cristina Narbona, mandó cambiar el proyecto del PP del pantano de Castrovido para meterle un agujero en la pared de la presa que redujera la cota de coronación y no sólo rebajara la capacidad de agua embalsada, sino que retrasó otra década el proyecto. En Burgos nos miró un tuerto con esta política porque luego la pusieron en el CSN y se encargó de torpedear a conciencia la viabilidad de Garoña, difunta gracias al PP de Mariano Rajoy, quien a pie de central prometió que la mantendría abierta. Se conoce que tampoco había un problema con la generación energética y no se podía saber entonces que una fuente de energía limpia y barata nos iba a hacer hoy tanta falta. Al final lo que queda claro es que el uso ideológico sobre las políticas medio ambientales ha hecho mucho daño a los ciudadanos por la falta de responsabilidad y el exceso de sectarismo y la manipulación constante. Dejen de porfiar y arrimen el hombro.

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