Diario de Castilla y León

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llevaban semanas sobrevolando los buitres y las buitras a la espera de la defunción definitiva en la Consejería de la Presidencia de la Junta por motivos electorales. Semanas, planeando en círculo, a ver si alguno podía deglutir la vacante y ascender desde dentro o desde fuera. Inquietud. Nervios. Tensión. Esa es la hábil inquietud que le gusta mantener en el equipo al míster Mañueco, el más habilidoso estratega orgánico de cuantos pueblan esta tierra cada día más despoblada. Y resolvió la incertidumbre de tres meses con un paralelo largo y seco a la línea. Sin necesidad de abrir un melón innecesario. A Jesús Julio Carnero candidato, Luis Miguel González Gago, Luismi, consejero de la Presidencia. Prietas las filas y a callar, la hija de Bernarda Alba ha muerto virgen. Al fin y al cabo,no suelen funcionar los vaticinios de retorcidas estrategias de largo plazo y argumentaciones de fuerzas telúricas con Mañueco. El es más de Marco Aurelio. Simplicidad, Clarice, simplicidad, que pronunciaría Hannibal Lecter. Gago es certeza, certidumbre y garantía. Fue su número dos cuando años atrás Herrera ascendió a Mañueco como su sucesor a la política regional en la Consejería de Administración Territorial. Y, años después, al ocupar el despacho de Herrera le encargó la dirección de los Servicios Jurídicos de la Junta, uno de los oficios tal vez más desconocidos pero más esenciales del motor de la Junta. De hecho, con él los estacazos jurídicos han mermado notablemente. Solvencia, pese al sonoro cachavazo del estado de alarma al ocaso forzado por los socios Francisco Igea y Verónica Casado, los ocasos de Ciudadanos. Si hasta fueron a echar el alto a una cabalgata de Reyes para niños. Vaya calaña. Gago conoce la casa, el departamento y es fiabilidad para Mañueco. Y los medradores no habían reparado en él. Con Mañueco, como con Ancelotti, la improvisación no es una opción. Los carroñeros han greseado a los nidos. Los ascensos se ganan, no son regalados.

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