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INCLUSIÓN SOCIAL, inclusión de género, inclusión educativa y, ahora también, inclusión financiera. Vamos camino de convertirnos en el país del todo incluido y, de paso, desvirtuar la verdadera inclusión de personas a las que increíblemente se les sigue llamando discapacitados por causa de alguna dificultad física que, en absoluto, les impide ser mucho más capacitados que muchas personas para muchas más cosas. Quizá sea debido a ese empeño de ponerle nombre a los problemas en vez de soluciones. Las entidades financieras ya hablan de inclusión financiera como objetivo de sus iniciativas de apoyo económico a distintos colectivos con dificultades para acceder al crédito. Un ejemplo claro de que cuando ponemos nombre a un problema se transmite una idea de pertenencia que, por un lado, tranquiliza al que lo padece y, por otro, disuelve de alguna  manera la responsabilidad del que lo causa. No es lo mismo que no te llegue el sueldo a fin de mes o que no tengas ni para hacer la compra, que tener dificultades de inclusión financiera. Suena mucho mejor.

Y mientras tanto venga cincuenta mil viviendas, cheques y bonos de todo tipo. El Gobierno debería incluir en su propaganda electoral la pulserita de todo incluido como en los hoteles y ya veremos quién lo paga. Al mismo tiempo, en Castilla y León, el CES manifiesta que uno de cada cuatro jóvenes de nuestra región está en riesgo de pobreza con un aumento de casi siete puntos respecto al año pasado. Es lamentable ese empeño en apostar por la política electoralista del subsidio, el cheque, el parche, el corto plazo y la subvención  en lugar de desarrollar políticas que impulsen la economía productiva que genera riqueza y empleo, eso si, trabajando. Tampoco está claro que, a estas alturas, ese tipo de medidas tan efímeras, inútiles e insostenibles influyan demasiado en el votante que, tras muchas campañas, ya conoce bien la fiabilidad de nuestros políticos y no se deja engañar tanto como antes.

Las políticas sociales que de verdad pretenden redistribuir la riqueza y evitar desigualdades no deben confundirse con el todo incluido que puede paralizar la economía de cualquier país  El sector turístico de nuestro país es uno de los más potentes, competitivos e innovadores, pero nuestro Estado social y democrático de derecho no ,puede aplicar el modelo turístico del todo incluido, entre otras cosas porque cuesta dinero y en los hoteles y resorts lo ,pagan los turistas, que cada vez son más, pero en el Estado lo pagan los contribuyentes que, a este paso, cada vez serán menos.