Diario de Castilla y León

JAVIER PÉREZ ANDRÉS

Arquitectura histórica

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SON IMPRESIONANTES muestras de inteligencia. Configuran el legado más honesto que hemos recibido. Es la herencia patrimonial menos manchada de sangre y poder. Tal vez sea porque su musculatura es tan solo de piedra, barro y paja. Y, además, muere donde nace cuando ya no es útil. Se la comen la zarza, la escoba y el almendro anárquico. A veces, la propiedad material se disipa, se deshace en el propio suelo, vuelve al barro o se desmorona y hace montón de piedras en la linde. Me refiero a las construcciones secundarias de arquitectura popular. Cito, una vez más, ese arcano olvidado construido con el sudor de nuestros tatarabuelos. Son esas heridas que escuecen todavía en los paisajes culturales. Hablo de bodegas subterráneas, palomares, chozos, muros, corrales, molinos, hórreos, cortinos y cortinas, tenadas… y con especial detenimiento a las viviendas de corte tradicional. La lista es inabordable. El repertorio, bellísimo. Imaginad conmigo esa estampa del chozo, del muro marcando linde y geometría, de la tapia con su boina de brezo o teja y la bucólica traza de una palloza o un palomar en la panorámica. Ahí están, en un segundo plano, en el entorno de los conjuntos histórico artísticos monumentales. Y siderales. Son solo casas, viviendas e ingenios necesarios, no palacios de indiano ni conventos ni castillos. Es la casa del molinero, del labrador, del pastor. Solo unos pocos hacen justicia y han sabido conservar esta herencia etnográfica, cultural y antropológica. Estamos ante uno de los rasgos culturales de mayor calibre en el arte popular, sin promocionar del todo. Algún día a alguien se le podría ocurrir catalogar de verdad las viviendas tradicionales y señalar a quienes lo hacen bien. Solo conozco el ejemplo de la Fundación Prada en El Bierzo. Son como las piedras de molino, abandonadas a la intemperie, o como los lagares rupestres, centenares en la región, del patrimonio histórico artístico. Por cierto, el profesor Félix Jove ha dado en el clavo, considerando a este tipo de arquitectura no solo como un típico rasgo de la tradición sino como arquitectura histórica. A ver si así flota la honesta arquitectura del común en ese océano de huesos de las edades de los hombres, de pináculos al cielo, adarves sin retenes de guardia, claustros sin frailes y de amasijos de hormigón y acero de las vanguardias sin pasado.

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