Maruja Mallo: A meiga de Viveiro
EL ARTE se mece en la incógnita de los mercados enaltecidos cuando lo puramente económico prevalece por encima de lo demás. Porque la creación sublime de los artistas ha sido relegada desde oscuros intereses que prefieren que lo material, o sea, lo pecuniario, sea preferente. Nuestra sociedad fue creada a golpe de talonario…Pero hubo artistas desgraciados y muy pobres, que una vez muertos, se han convertido, o mejor dicho, los hemos convertido en referentes de importantes museos y también de los “seres humanos poderosos” que compran sus cuadros a precios desorbitados. Por eso me azoro cuando pienso en Vicent van Gogh, Adolf Wölfli, Henry Darger, Madge Gill y en otros, que habiendo sido grandes creadores, vivieron la absoluta indiferencia, pero hoy sus obras son demandadas por las grandes instituciones que les dieron la espalda cuando vivían.
A la Pintora Maruja Mallo, tan presente en los medios de comunicación durante los últimos meses por razones ajenas a su pintura, debemos apartarla de todo lo que vive y malvive en el Catálogo Razonado e “interesado” que promovió el galerista Guillermo de Osma y que ampararon el exdirector Borja – Villel y la exministra Gómez Sinde, desde el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía de Madrid. Pero han sido muchas las respuestas, también muy razonadas por autores que entendieron que el galerista madrileño arrimaba el ascua a su galería y a sus intereses personales; así podría vender las obras de Maruja Mallo a un precio superior.
Seguí con mucho interés los artículos que revelaban las maniobras oscuras y que fueron escritos por Marta Álvarez López, Antón Castro o Ramón Pérez-Maura… Y contrasté la importancia de las dos grandes exposiciones, comisariadas por Pilar Corredoira. Entiendo con ellos que la obra de Maruja Mallo necesita ser tratada como obra de arte, sin tergiversar el fondo que da cobertura a posiciones confusas.
Ya don Ramón Gómez de la Serna en sus Retratos Completos (Aguilar, 1961) habla de la autora pequeñita, con ojos de lince, a la que bautizó como La brujita joven; porque la pintora gallega tenía algo de brujesco. “Fue una meiga que compuso sus colores en las cazuelas de barro de su misteriosa cocina de aldea”... Lo sé de buena tinta. Soy leonés y vivo en León, provincia limítrofe a Galicia. Noto que incluso tras su muerte, la “pintora-brujita” desató sus poderes para que después de aquel Catálogo Razonado, cesaran a Borja – Villel como director del Museo de Madrid y que algunos otros de los que cruelmente la violentaron, sufragaran los efectos del maleficio ¡Yo me mantengo al margen! Que as meigas, habelas, hailas.