Diario de Castilla y León

Félix Villalba

Víctimas vulnerables después del delito

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HAY VECES que por mucho que uno intente ponerse en el lugar del otro es imposible llegar a conocer la realidad de lo que han vivido, sobre todo cuando se trata de sufrimiento. Quienes tenemos cierta edad recordamos perfectamente la etapa más dura del terror de ETA. Todos nos horrorizamos entonces con las matanzas, con los mutilamientos, con la visión de los inocentes víctimas de la babarie. Sí, pero es imposible hacerse una idea real del terror hasta que no se vive de cerca. Me tocó presenciar un sangriento atentado a las puertas del periódico en el que trabajaba a principios de los años noventa. Un bombazo que te deja mudo, paredes agrietadas y carreras hacia la calle para encontrar un espectáculo dantesco. Coches destrozados, personas ensangrentadas y dos cadáveres en la calle (a la tercera víctima mortal no la vi) te descubren de golpe el significado real del terror. Estos días, he tenido relación directa e indirecta con dos víctimas también de algo terrible como es una violación. Plasmar en el periódico la noticia tiene siempre, en estos casos, una intención de denuncia, pero uno no es consciente de las lecturas posibles hasta que no habla con una víctima y, con el corazón encogido, escucha su relato. Cualquier palabra de más, cualquier hecho no totalmente exacto, cualquier detalle innecesario, tiene un impacto terrible en quien ha sufrido un atentado contra su libertad, contra su integridad como persona. Y eso, en unos tiempos en los que ha habido una polémica política enorme como consecuencia de la llamada ley del sí es sí, que ha tenido consecuencias no deseadas sobre las condenas, hace ver las cosas de otra manera, o de la manera en que la ven las víctimas, que no hablan en abstracto, sino de un sufrimiento que han padecido y de la ayuda que precisan, también en términos de aplicación de la justicia, que ha de ejecutarse con rigor, máxime cuando supone un gran esfuerzo para quienes denuncian y que en el proceso judicial tienen que revivir en su mente lo sucedido. El sistema garantista de aplicación de la justicia en España tiene su razón de ser, pero las garantías deben ser para los acusados y para los perjudicados. En delitos contra la libertad sexual, en otros también, el dolor de las víctimas se prolonga en el tiempo y por eso debe haber una especial protección, no solo por parte de quienes intervienen en el proceso judicial, sino por parte de otros actores, entre los que nos encontramos quienes publicamos noticias. Hablar con víctimas nos hace ser un poco más conscientes de la trágica realidad de su dolor. Quizá también provoque alguna distorsión a la hora de analizar algunas actuaciones de quienes tienen que aplicar justicia, como que un presunto violador no esté localizado después de que ha pasado por las dependencias policiales como detenido. Tal vez es porque estar cerca de la víctima te hace comprender la odiosa vulnerabilidad que persiste tras el delito.

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