Diario de Castilla y León

Ricardo Gª Ureta

Los que dicen lo que está bien

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LOS MODERNOS han decidido llamarlo cultura de la cancelación, pero ese rampante fenómeno ha sido de toda la vida una censura vil y malintencionada. Es una condena pública, anónima y venenosa que se ampara en el fango de las redes sociales en las que anidan los creadores de los nuevos paradigmas del comportamiento de lo políticamente correcto. Antes, se sabía lo que estaba bien, porque recibías un aplauso o un premio, y lo que estaba mal, porque tu madre te daba con la zapatilla y la monja del colegio con un puntero en la cabeza. No había mejor brújula. Por aquí vas bien, por este lado de la cargas. Simple y efectivo. Ahora, un gafoso, como yo, de Mineapolis decide que las letras de las canciones de Guns&Roses hacen apología de la violencia, de las drogas o del racismo y te monta una campaña de desprestigio de tal calibre que la gente te señale por la calle al vestir una camiseta del grupo. Imaginen esto multiplicado por cientos de miles de temas. No piensen que estos temas son cosa de hipsters y no nos afectan en la muy recia y sabia Castilla y en el muy hondo y sobrio León. Aquí ya nos están quitando los toros aplicando ese método. Nada menos que los toros que son toda una industria en Salamanca, por ejemplo, o incluso en Burgos donde se crían los toros del frío en la ganadería más al norte de España. Los profetas de la falsa progresía ‘woke’, los censores de la cultura de la cancelación, tienen competencia entre los muñidores de la nueva historia de España, ávidos de llevar adelante cuanto antes una reescritura de los sucesos que han convertido a esta tierra en lo que es hoy en día y en lo que corre riesgo de que nos difuminen hasta el punto de que no la va a reconocer ni la madre que la parió, como dijo en su momento Alfonso Guerra, que fue un político de los de antes, por si hay alguien de la Logse al aparato. Los woke, los canceladores, los progres, los de la desmemoria histórica han decidido que hay que destruir la pirámide de los italianos casi antes de que supiéramos que existía. Se trata de un mausoleo, ya sin uso ni difuntos, que levantó el gobierno italiano cuando Franco y donde enterró a casi 400 soldados que murieron en la guerra civil. Se conoce que se murieron ellos solos, porque los de la memoria sólo cuentan que eran unos fascistas y que hay que derribar la pirámide porque les recuerda a los crímenes del franquismo. No han sido pocas las voces que han defendido que se preserve esa pirámide, la única que hay en España, que se levanta en Burgos, asomada a Cantabria, en lo alto del Escudo. La Junta ha tomado este asunto de su mano y pretende dar protección a esta construcción que la salve de la piqueta progresista. Aguarden y verán como este tema se convierte en argumento arrojadizo en la campaña electoral. ¡Qué país!

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