Populismo y otros ismos que nos llevan al abismo
LA ESPAÑA actual y decadente se acuna en la necesidad de alcanzar un gobierno que no sea populista. Un gobierno que NO anuncie a bombo y platillo todas las paranoias que pueda especular cualquiera de la docena y media abundante de ministros - ¡Vaya tela marinera y vaya guevos! - que convierten en leyes todas las ocurrencias habidas y por haber. Lo demuestra el alto índice de decretos de tres al cuarto que van encorsetando la vida cotidiana de los españoles de a pie. Son leyes y más leyes que limitan derechos y libertades, que comprimen de tal modo, que incluso los actores cómicos se las ven y se las desean para poder expresar sus sátiras y bromas sobre un escenario sin ofender a nadie. La libertad se ahoga. La que Sánchez propicia no es la libertad; ni siquiera permite expresar los sarcasmos que ya se representaban en tiempos de dictadura. Dijo claramente el otro día Albert Boadella - un demócrata de toda la vida y defensor de libertades - que los artistas no saben qué hacer para no invadir eso que algunos llaman lo ‘políticamente incorrecto’… No saben de qué hablar a los espectadores para que no se sientan agredidos ¿A qué nos llevará tanto desdén político e irracional, tanto marcaje y tanta incongruencia? Quizá suceda como en el ensayo que Borges tituló La lotería en Babilonia, la dirigida a un mundo de ánforas llenas de incertidumbre: unas contenían vino, pero otras podrían contener, incluso, una víbora del desierto. Vivimos un período de perplejidad, de titubeos, donde el azar reemplaza al sentido común. Francisco Ayala, en La cabeza del cordero nos cuenta la historia de Pedro Santoalla, cuando quería hacer algo por toda aquella gente, pero temía ofenderlos. Hoy en España tememos ofender y por eso ya nadie cuenta chistes de los que nos hacían reír a carcajadas durante toda una tarde, cuando no nos ofendía el buen humor. Todo eso, encarna el cinismo de una sociedad tan falsamente protectora que no protege a nadie.
El populismo exacerbado está hundiéndonos. Forja mella en nosotros y nos hace rehenes de los políticos que han trazado su plan de conveniencias. Su sólido plan de conveniencias. Todo se controla y se maneja con modos arbitrarios y hasta parece que se pone en cuestión la seguridad jurídica de un país que ha sido pieza clave de la Comunidad Europea. Ferrovial lo anuncia haciendo las maletas.
Otros países populistas ya llegaron al caos definitivo y ahora se mantienen en la corrupción embrionaria que tamiza el odio antimperialista. Encarcelan y destierran a quien piensa diferente. ¡He ahí la cuestión de los tiranos! Que Dios nos libre de ellos.