Diario de Castilla y León

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Hasta un reloj descuajeringado acierta dos veces al día, Catilina

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El actual ayuntamiento de Valladolid pasará a la historia como la administración con menos acierto en la ejecución de obras. Sólo comparable a los desatinos de la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, a la que los trenes no le entran por los agujeros. El departamento de trabajos, quehaceres, pensamientos y reflexiones que dirige Manuel Saravia, prestigioso edil y un caballero de la política ya en retirada, acierta menos en las fechas de las obras que Morata delante de una portería. Lo habitual viene siendo cinco plazos hasta el acierto final. Morata lo hace en cuatro, el muchacho.

Es un verdadero esperpento el consistorio vallisoletano y su departamento de Urbanismo, donde las obras no pueden empezar porque no hay jefes para ellas, porque no se ofrecen a serlo no sea el sudor, que amarillea las camisas a la altura de la axilas. Trabajar y morir, lo último. Y lo de acertar con las fechas de finalización, lo dejamos en manos de Aramís Fuster.

Una obra pública tiene fundamentalmente dos cualidades: la inversión y la ejecución. Es decir, tiene un fin en el tiempo y en el espacio. Pero para el departamento de Saravia el tiempo es entre costuras y el espacio infinito. ¡Cuánto desatino! Y así obra tras obra del soterramiento, porque del resto de proyectos, después de ocho años en el limbo de la reflexión, ni los han olido los vallisoletanos. Eso sí, contar lo han contando decenas de veces con el periodista amigo y el reportero pariente. Con todas las páginas que han salido de la factoría de ideas y ocurrencias de Urbanismo se podría construir un viaducto que uniera Ayamonte con Canarias, o casi, para que venga Tito Beni a la península sin pasar por Ramsés y su farlopa. Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Que en cervantino viene a ser «estamos hasta los mismísimos». Hasta un descuajeringado acierta dos veces al día. Plazos son amores, y no buenas razones, Manolo.

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