Diario de Castilla y León

Creado:

Actualizado:

EN CASTILLA Y LEÓN, de diciembre a marzo, pasan de 150 las celebraciones de estas manifestaciones ancestrales del patrimonio cultural en todas las provincias. En todas. Más, en Zamora, Ávila y León. Solo unas pocas estaban ya antes del «carnaval, te quiero». Los de Navalosa y las del Órbigo. El resto han resucitado o están desperezándose para volver y quedarse. Bendito regreso del pasado. Me pregunto si no sería mejor desviar una parte de la atención y del presupuesto hacia los carnavales rurales, a ese fenómeno de mascaradas de invierno, a los antruejos, chiborras, vaquillas, barrosas, visparras y así.

Todavía estamos a la espera de catalogación, de promoción, de atención cultural. Y esto sí que son carnavales con raíz y vínculo y, además, se celebran en el medio rural, inyectan autoestima en los pueblos a sus «últimos de Filipinas» y llenan de turistas la «vaciada» en invierno. El carnaval es una fiesta necesaria. Todos tenemos un pelín de transgresión a poco que nos rasquemos. Qué guay es disfrazarse de obispo barrigudo, de pirata malo y chica peor. Por cierto, este año se acabó de andar de guardia civil, de polizonte o de médico con fonendo colgando en plan «qué bien voy», «a que te detengo…» o «ven, que te curo». Multa que te crió como te pillen. Nada, que no paran. Hasta en carnaval. Vivimos en tiempos de rocambolescos delitos. Es como una espiral en la que nunca se sabe qué te van a quitar, qué te van a prohibir y a qué «cosa» le quedan cuatro telediarios. En fin, para esto viene muy bien el carnaval. Para olvidarse. Este año triunfaron los disfraces de torero, de cazador, de perro, de carnicero y de vegano carnívoro entre pelucones, arlequines, hippies, superhéroes, princesas, príncipes y trans (este último puede herir sensibilidades, ojito). Y eso que todo es de mentirijillas. En región, no es que seamos muy de carnaval en plan Río de Janeiro, Gran Canaria o Cádiz. Más bien somos de carnaval suave, melódico, de colorín y de murga y mucha fanfarria escolar con sus vacaciones. Algunos lo llevan en el DNI como los farinatos, los cermeños, los bañezanos y los que bailan el rondón. Ellos lideran el disfraz, la coreografía y la chispa. Las ciudades de región se han ido abriendo camino a golpe de inyección municipal. Pero no acabamos de rematar la jugada, de creernos lo del carnaval como fenómeno propio y sentimental. Lo de cultural ya sería de nota. A pesar de todo, carnaval, te quiero. Con mascara ibérica.

tracking