Ya no saben lo que dicen
ESO PARECE. Uno escucha el argumentario de este Gobierno marchito y de noria machacona, y no hay manera de oír algo con cierta coherencia. Imposible. El burro, que con los ojos cerrados da vueltas en torno a la noria, sólo percibe una extraña sensación: que a su alrededor se han hundido todos los puentes, que se han parado todas las referencias de la historia y del derecho, y que de un escopetazo se han eliminado a todas las perdices voladoras y a todos los Excálibur sospechosos de propagar el ébola.
El jumento con antiparras sigue dando vueltas a la noria hasta que alguien le ordena en seco: ¡¡¡Sooo!!! El jumento se para, y la sensación de vacío y desamparo es tal que ni crees que sea cierto lo que oyes. Automáticamente piensas: algo se me escapa que no entiendo. Pero entonces, a pesar de la burrez, lo analizas con la lupa del oficio que usaba Cicerón -«que el apetito esté sometido a la razón»-, y se te escapan los argumentos de peso por bandadas. He aquí los 3 últimos casos que lo demuestran.
Primero. La Delegada del Gobierno contra la Violencia de Género nos soltó hace nada una salvajada de peso y con mucho queso. Apareció en TVE el día de San Valentín -día de la feria del amor, que también lo es para el asno violador con coz y bocado- para advertirnos que nada de escandalera, y menos aún alarma social, con la aplicación vergonzosa y vergonzante de la Ley del sí es sí. Con más de 500 violadores que gritan viva Pedro Sánchez, lo intolerable para Victoria Rosell es lo siguiente: «A mí no me parece muy ético ponerle un micrófono a una víctima que no sabe muy bien qué ha pasado».
¿Cómo? Lo que leen. Pero no se equivoquen, pues esta canallada proviene en su integridad del tirano Stalin. Para el genocida comunista la condición de víctima era una cuestión irrelevante, siempre era culpable, y se convertía en una cuestión de estado con derecho a todo: al aniquilamiento más atroz y sistemático, y al silencio eterno. Pero que una jueza en democracia diga que la víctima no se entera de su condición de víctima es humillante, obsceno, criminoso, e intolerable. ¿Echará Sánchez del Gobierno a esta totalitaria? ¡Quia!
Segundo ejemplo, que trae cola con mantón y bata desde el 8 de febrero hasta hoy lunes 20. La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño, dijo desde las zahúrdas del Congreso que, gracias a las medidas del Gobierno, habían bajado los precios de la compra, jurándonos «que la compra de mi casa ya refleja esa bajada de los precios». Ante el cachondeo generado en los gallineros del reino, un día más tarde salió al rescate María Jesús Montero, ministra de Hacienda, asegurando que «yo también noto la rebaja de IVA».
Efectivamente, ya no saben lo que dicen. Ni siquiera recuerdan una ley básica que rige en la economía familiar desde los romanos: «Absque argento, omnia vana»; es decir, sin dinero, nada es posible. Ignoran del todo lo que sostenía la escuela de Salamanca hablando de ese dinero en relación con la oferta y la demanda, y que señalaba así de clarito el padre Mariana: «Si baja el dinero del valor legal, suben todas las mercaderías sin remedio, a la misma proporción que abajaron la moneda, y todo se sale a una cuarta». Como encima mienten por sistema, la cesta de la compra, que nunca engaña como el algodón en rama, grita sus embustes e indecencias kilométricas.
El tercer ejemplo incontestable de la pasada semanita de este febrerillo loco, nos ha dejado a todos para el arrastre. Nos ha señalado una evidencia terrible: que cada día que pasa no hay nada, absolutamente nada, que el régimen sanchista no toque y corrompa también absolutamente. Me refiero al escandalazo de los árbitros y el Barça que se ha convertido en un gatuperio de trascendencia mundial y de consecuencias irresistibles.
Si el fútbol que mueve fronteras, que afirma identidades, que enciende por arrobas la ilusión de la gente, que en sí concita la inocencia del juego y del esfuerzo, que desata el entusiasmo de los pobres, y que tiene por lema lo más intachable de los valores deportivos -«Citius, Altius, Fortius», más rápido, más alto, más fuerte-, pues resulta que esto no es más que un robo, un negocio de mangantes, un escaparate de inmundicia, y la indecencia más repugnante de unos políticos del deporte. Sencillamente, apaga y vámonos.
Si en el juego el árbitro está comprado, se acabó todo en una sociedad democrática y en el deporte como esperanza. El escándalo no sólo afecta a un club, a una región, o a una nación. La debacle es universal. Lo sospechábamos por algo que no es normal: años enteros ganando el Barça sin expulsiones en el campo, sin penaltis, sin sanciones del var, con goles sobreseídos y con dineros a mansalva para asar con billetes a todas sus vacas sagradas. Sólo tiene una respuesta plausible: Al Capone habría estado al frente del fútbol con una impunidad absoluta.
Pero este escándalo es también político. Estaba cantado desde el momento en el que Narcís de Carreras, en 1968, se inventó esta consigna: «el Barça es quelcom més que un club de futbol». Exacto, es algo más que un club de fútbol. Ha sido la plataforma del independentismo y del golpismo catalán. Pedro Rimsky Korsakov Sánchez, como árbitro absoluto del Capricho español, lo ha sostenido en un andante con brío, como ha demostrado Miquel Iceta al frente del Ministerio de Cultura y Deportes: los delitos deportivos prescriben a los tres años. El búlgaro Stoichkov, como jugador del Barça, lo reconocía en cierta ocasión: «Dios estaba con nosotros, pero el árbitro no». Y es que ni saben lo que dicen ni lo que hacen, y les importa lo que un gol desde la nori