La ruta
DESPUÉS de la movida madrileña de los años ochenta, y en ciertos momentos paralela a ella la ruta del Bakalao, también llamada ruta Destroy o movida valenciana, fue otro momento dorado de la juventud y música española. Los estragos que provocó los hemos visto y presenciado a lo largo de los años. Sin embargo, marcó toda una época en la manera de ser, vivir y estar en el mundo. Botas con tachuelas, pantalones sicodélicos y bailes sin sentido que permitían desinhibirse y desconectar de la vida familiar y de los estudios ordinarios. En ese ambiente se ingerían pastillas a todo trapo que contenían las más variadas clases de drogas.
Acaba de promocionarse en todos los medios de comunicación ‘La ruta’, película que refleja a la perfección el pensamiento, vida e iconografía que muchos jóvenes de una época asumieron como propia. Cuenta el viaje de un grupo de amigos de El Perelló, desde su ruptura en una masificada Ruta Destroy en 1993, hasta el día que entraron por primera vez en la discoteca la Barraca en 1981, un viaje de la oscuridad tenebrosa a la luz de la inocencia. El filme describe los más de diez años que Valencia se pasó bailando, un tiempo que rememora una manera de disfrutar y sobrevivir y que llevó a la diversión y, en muchos casos, a la destrucción de los protagonistas y la de sus familias. La manera en la que se narra la historia es peculiar y distinta a la mayoría puesto que es a la inversa, del final al principio, a la manera de ’El curioso caso de Benjamin Button’.
La serie está protagonizada por Àlex Monner, Claudia Salas, Ricardo Gómez, Elisabet Casanovas y Guillem Barbosa que encarnan la psicología de los adolescentes del momento como si fueran reales: auténticos, vitalistas, desenfrenados en muchos casos. Se muestran como son y dan rienda suelta a todas sus sensaciones, neuras y emociones. En definitiva, la película es un reflejo de la forma de gozar de los muchachos y muchachas en la España de final del siglo XXI y en la que sus creadores Borja Soler y Roberto Martín tienen la sutileza de mostrar y hacer visual las noches bakaladeras en las que las personas se dejaban ver cómo eran en realidad. Un anticipo de lo que hoy vemos todos los días en nuestros colegios, institutos y universidades.