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EL PANTANOSO ambiente en el que cada día retozamos no deja de enviarnos señales, magníficas metáforas también, en incesante reto a la imaginación y la creación más ebriamente desatadas. Es el desafío de las ideologías en coyunda anatómica y deportiva con los victimismos y esperpentos más delirantes. Digamos que cada vector sería uno de los colores del cubo de Rubik. Así que ya puede ir usted haciendo girar las piezas y formando combinaciones diversas, de cromatismo tan insospechado como sugerente.

El caso Negreira, o el de la lubricación efectiva de los pitos arbitrales para el mejor uso de los motores de competición por el FC Barcelona es un nuevo motivo de gozoso advenimiento para formulaciones de cuño ideológico. Quienes hemos vivido allí sabemos que el Barça no era y es sino un potente vehículo del independentismo, sustentado en las mismas bases de tan dañina como infantil leyenda. Identificación sectaria y a su vez victimista. La lucha contra el centralismo, los títulos que el Madrid lograba gracias a los encargos de Franco, incluso después de muerto…

Y la malversación. Hay determinados gastos que, a sabiendas de su uso delincuencial, hay que travestir en la contabilidad. La Generalidad y el Barça así lo saben y lo hacen. El pujolismo les ofreció una demo gratuita, o mejor un máster con tantas prácticas que apenas se dejaba tiempo para la teoría. Tantas tramas en las que lo corrupto del ámbito bancario se tapaba por aquello de no enfadar a los nacionalistas, para intentar evitar que entraran en fase secesionista. Y como siempre sucede, ceder al chantaje trae peores consecuencias que afrontarlo con valentía y coraje.

Y del mismo modo que Sánchez legisla e indulta a su conveniencia para domesticar parlamentos, su inicua eficacia doblegará valores (¿valors?) y normas para que aquí no haya pasado nada. Si del Pucela, Burgos o Mirandés se tratara, otro gallo les cantaría, seguro. Pero ni hay dinero ni ganas para esa corrupción, ni son entidades infiltradas por la ideología y la política de modo tan denigrante.

El Barça se autopercibe como un agente de liberación, por lo que se autodetermina como libre de toda atadura arbitral. Faltaría más. Ese es el campo en el que mejor distribuye el juego… y el dinero. Un terreno de juego que es metáfora de la situación política y social en España. Una realidad que se cambia a golpe de martillazos, pero que no evita, sino todo lo contrario, mostrar las aberraciones que se crean a golpe de ley. Tots al camp.