La evolución de las especies
EL POPULAR científico Eudald Carbonell, recién incorporado a la Academia Internacional de Prehistoria y Protohistoria, lleva al menos desde el año 2020 colando en las entrevistas su teoría de la nueva evolución del hombre en la que anticipa que a finales del siglo XXI habrá humanos que no se dejarán transformar y seguirán siendo naturales y otros que serán construidos a través de ingeniería genética y serán editados. Otros serán modificados por biomegatrónica y serán humanos mixtos biomecánicos. Carboneel, uno de los padres de Atapuerca, con permiso de Emiliano Aguirre, el abuelo de los yacimientos, ya sabe lo que es dar nombre a una nueva especie entre los homínidos y se ha lanzado a bautizar a estos nuevos especímenes humanos. Al natural, al de toda la vida, le llama homo sapiens restrictus. Los que serán creados en laboratorio con técnicas genéticas para, por ejemplo, evitar enfermedades, los bautiza como homo editus, mientras que al que pasa por el taller para colocarse algún miembro biomecánico recibe el nombre de homo prótesis. Esta evolución, según el arqueólogo del salacot, aparecerá como consecuencia de la aplicación de la ciencia y la tecnología en la sociedad. Pero me da que se queda corto. Con el desvarío de esta sociedad y las posibilidades que ofrece la tecnología, estoy convencido de que la humanidad se desarrollará en más géneros humanos de los que propone en pícaro Carbonell, siempre provocador. Por ejemplo, está a punto de brotar una rama de hominidos que ya asoma en la sociedad: el homo moquetarius. Este especimen habita en despachos enmoquetados de altos palacios con largos corredores. Se desplaza en coche oficial y se alimenta del erario público. Es extremadamente peligroso y se cree que pudiera ser una amenaza para la superviviencia del resto de la humanidad. Este superhombre alcanza el dominio del resto gracias al soporte de otro nuevo género humano, el homo sectarius. Como las hormigas soldado trabajan para su reina, a la que alimentan y defienden y se hacen matar si es necesario para que siga poniendo huevos y procreando más individuos programados, conectados a una inteligencia colectiva que les impide pensar. Otras desviaciones genéticas que se avecinan serían el homo gafarius, ese que todo lo hace mal y cría muy bien en ministerios y ayuntamientos; el homo opositorius, con dos vertientes: la del que se coloca en una institución para no volver a trabajar y los que habitan los bancos contrarios al gobierno y siempre dicen no.