Nieve blanca y verde (II)
NO podemos olvidar que lo que tenemos, poco y mal contado en materia de estaciones invernales, en disfrute de caminar con raquetas sobre la nieve, se lo debemos a un puñado de entusiastas que, en su propia tierra, aprendieron a esquiar como pudieron con la nieve que tenían. Y así nació Lunada, en plena pasieguería. Me lo contó Moisés, que tiene su busto merecido en Las Machorras; lo mismo que Leitariegos, con aquellos lacianiegos de Peñarrubia; o José Pirinoli, que arrancó La Pinilla, la más alpina; o La Covatilla, de la que me contó Lorenzo que ellos mismos habían hecho la carretera en los sesenta. Y así una lista larga que costearon de sus bolsillos los primeros «cables» y rudimentarios telesillas, hoy escombros en la nieve. Por todo ello, una legión de valientes sin frío vislumbró un invierno de nieve más rentable y demostró que se podía aprender a esquiar en casa.
Debemos defender el turismo blanco en esta región. Menos mal que alguna diputación ha entendido el mensaje y la rentabilidad rural de la nieve. Por cierto, las estaciones invernales son visitadas por centenares de escolares cada año. Un lujo. La nieve es un simpático y falso trampantojo que también es verde. En Castilla y León, sigo insistiendo en ello desde hace dos décadas, el turismo blanco es el hermanito olvidado de las moquetas feriales y de la música promocional. Qué manía tienen algunos con seguir diciendo que nieva poco por debajo de los 2000 metros. ¿Y qué? ¿Se muere acaso la montaña tras el deshielo? Pues no, toda esa logística, promoción, empleo e infraestructura, que a veces nos dura poco, se puede utilizar en buena parte.
Que pregunten en Béjar y en Candelario si La Covatilla es rentable blanca o verde; o a los de Espinosa de los Monteros –aunque no rematen con Lunada– o a Juan Carlos el gestor de Santa Inés en Vinuesa, o los de la alpina Pinilla en la sierra de Ayllón y el entorno de Riaza. A los de San Isidro y Leitariegos, o sea, a las dos grandes estaciones invernales leonesas que remontan cada año. De nieves. Y claro, seguimos en la triste política del «como nieva poco…». Nos ha impedido dotar de unos mínimos a zonas históricas del llamado esquí de travesía: Brañosera, ¡ay el Galobar! El Morredero berciano, las laderas altas y blancas del sur de Gredos o por los alrededores del unamuniano lago en las faldas del Peña Trevinca. Hay mucho más. ¿Alguien ha mandado hacer un informe de nieve negra, blanca y verde? Ya está tardando. Que luego viene el deshielo y el cambio de gestores. Menos mal que, a pesar de todo, seguirá nevando.