Diario de Castilla y León

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QUIÉN ME IBA a decir a mi la semana pasada cuando comenzaba estas líneas comentando que ya está en marcha a pleno rendimiento la maquinaria electoral de los  partidos para ir tomando posiciones para el 28 de mayo que las hostilidades se iban a desatar precisamente entre los dos socios de la coalición de Gobierno en Castilla y León. Hay que ver qué ganas de protagonismo muestran algunas siglas. Se les escapan por las costuras del traje, ese tan apretado que gustan de vestir. Quede claro que esas prendas se las cortan, se las cosen y se las entallan en Madrid. Aquí, en Castilla y León sólo se pone al maniquí y harto bien lo hace. Lo borda. El PSOE autonómico seguro que coincide, si es que despierta de la siesta para contemplar como se empiezan a mirar de reojo los ocupantes de los bancos de los partidos del Gobierno. No vaya a ser que pasen de votar juntos en las Cortes a tomar café con Igea en la enorme cafetería del palacio de los pasillos grandes en el barrio vallisoletano de Villa del Prado. Lejos, en el mundo real, los vecinos del pueblo burgalés de Jaramillo Quemado, el municipio más pequeño de España con apenas cinco vecinos y electores, estos juegos de salón que se tienen los políticos de Madrid y sus satélites de Valladolid les importarán más bien poco. O nada. Castilla y León está llena de pueblos así en los que los electores miden a los políticos por lo que valen y no se dejan engañar por los que acuden a visitar las granjas con mocasines o cazadora de color caqui a juego con la visera. Cuando un paisano de los Pinares de Burgos y Soria te mira con el ojo guiñao y la ceja levantada te hace la radiografía en un segundo y sabe si vales para hacer teas o para asar chuletas. Más valdría a los socios de gobierno en Castilla y León y a los partidos de la oposición, comparistas en este tango, salir a tomar el café dándose un paseo, alejándose de las Cortes, ese mausoleo con tanto eco que sólo repite las ideas propias, nubla el raciocinio y crea fantasmas de humo y enemigos mediáticos como los gigantes del Quijote. Salgan a pisar la calle y así escucharán lo que se rabia en las barras de los bares por la carestía de la vida, la inseguridad, el tráfico o lo que sea que preocupe más que la vida política. Escuchen a sus vecinos y podrán calibrar si a los castellano leoneses nos apetece o no volver a las urnas este año para elegir a otros nuevos paseantes de los grandes corredores de ese hemiciclo en el que faltan gentes más serias. O por lo menos que sepan votar lo que tienen que votar y no hagan el papelón. Y decir lo que tienen que decir sin hacerse el harakiri en público.

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