Diario de Castilla y León

Juan Carlos De Margarida

Una economía con necesidad de sentido común, compromiso y fortaleza

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Termina un año lleno de altibajos en el panorama socioeconómico, donde la incertidumbre y la inestabilidad han marcado los compases de los consumidores e inversores, que no acaban de ver el futuro desde un punto de vista optimista.

La realidad está influyendo en el comportamiento de los ciudadanos, los cuales están retrasando sus decisiones de consumo a la espera de que la incertidumbre se despeje, lo que agrava aún más la situación de la demanda interna e intensifica el deterioro económico. A esto se le debe añadir que el ahorro que realizaron los hogares durante la pandemia se está agotando, lo que está afectando a las rentas más humildes que, directamente, no pudieron generar ese colchón. Y sin ánimos de ser alarmistas, también debemos señalar que la inflación se está «comiendo» estos ahorros y que, junto con la subida de los tipos de interés de las hipotecas y de los préstamos personales, hacen que el nivel de endeudamiento sea muy elevado y como consecuencia la disminución del consumo, verdadero motor de la economía, una realidad.

Y es que este año 2022, que ya termina, no solo ha sido de gran incertidumbre para las economías familiares, también para las empresas, que han visto paralizadas sus inversiones debido a la subida continuada de los tipos de interés y las dificultades para el acceso al crédito, las presiones salariales y la conflictividad social. Realidades que tampoco ayudan a generar un caldo de cultivo óptimo para la senda de crecimiento.

Pero sin duda, algo que ha marcado este 2022 ha sido la inflación con un aumento de los precios desproporcionado que ha comenzado a ralentizarse en el último trimestre del año, creando unas expectativas de estabilidad de cierto optimismo. Sin embargo, la realidad es que existe una fuerte inflación subyacente que perdurará en el tiempo debido a que el encarecimiento de los productos tarda en manifestarse, dando lugar a un serio problema como que es pueda desembocar en un círculo vicioso del que no es fácil escapar. Todo ello se traduce en un fuerte pesimismo y una gran desconfianza que, unido al encarecimiento de los productos básicos y a la pérdida del poder adquisitivo, no ayuda en nada a la estabilidad y crecimiento de la economía. 

Con este punto de partida para 2023, el momento aconseja que las cuentas públicas tengan una clara austeridad presupuestaria. Sin embargo, el presupuesto del Estado y del conjunto de las CCAA va a originar más deuda, ya que se están asumiendo gastos estructurales sobre la base de un incremento en la recaudación que es coyuntural, además de tener en cuenta ingresos que no se van a dar debido a un decrecimiento de la economía y, por tanto, de la recaudación. Esta realidad está haciendo aumentar la vulnerabilidad de la economía ante una nueva desestabilización socioeconómica a nivel mundial.

No obstante, y a pesar de lo expuesto, que lejos de ser una visión pesimista es un análisis riguroso de los indicadores económicos obtenidos del último Observatorio Económico de ECOVAEstudios, es necesario también tener en cuenta señales que aportan optimismo a la actual realidad socioeconómica siempre y cuando se actúe con sentido común y con coherencia en la gestión de los recursos.

Es una realidad que en la actualidad el decrecimiento económico se está ralentizando dada la fortaleza de la economía frente a la crisis energética, la elevada inflación y la subida de tipos de interés por el BCE, y que junto con un IPC más contenido entre otras razones por las subidas de salarios por debajo de la inflación y a la estabilización de los costes energéticos hacen que el futuro se vea con cierto optimismo. Por ello, la coyuntura económica de la región se encuentra en un momento de calma tensa, donde las variables positivas y negativas se compensan al disminuir el PIB, pero no llegar a ser negativo; al disminuir los márgenes industriales, pero mantenerse la fuerza industrial y los empleos; y al disminuir muy lentamente la confianza de las familias y las empresas.

Para lograr que esta calma tensa sea el preludio de un crecimiento económico se necesita sensatez, solvencia y credibilidad, que es la esencia de la confianza de las familias y empresas castellano y leonesas. Para ello, es necesario mucho sentido común, compromiso y fortaleza, junto con una gestión coherente y creíble por parte de todos los actores que intervienen en las decisiones socioeconómicas del país: gobiernos, nacional y autonómicos, sindicatos y asociaciones empresariales. En definitiva, los agentes sociales que son determinantes e imprescindibles a la hora de que las generaciones actuales y futuras tengan una calidad de vida digna.

Juan Carlos de Margarida es el presidente del Colegio de Economistas de Valladolid, Palencia y Zamora

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