Feliz Navidad a todos
Mañana es Nochebuena y, si soy sincero -he jugado a la lotería y no me ha tocado ni la pedrea que es el colmo de los colmos de mi apellido-, no quiero pensar en otra cosa. Y mucho menos deseo mezclar algo tan entrañable como es la Navidad con la peor política que, precisamente, estamos viviendo en estos días de Adviento, que es todo lo contrario al espíritu navideño de la concordia, el amor, el respeto, la bondad y de la alegría. Lo que estamos viviendo ahora mismo parece un villancico al revés. Los sediciosos y filoterroristas son como unos tiernos pastores; los corruptos y ladrones como los gestores honrados del portal de Belén; los violadores y asesinos como los mártires de una cruzada bondadosa y limpísima que tienen perdida; el presidente y los ministros son como los inspectores de hacienda de Herodes que acompañan gratis a los Reyes Magos hasta el Portal para que no se pierdan y paguen a tiempo el impuesto por el oro, el incienso y la mirra; y los Diputados del Congreso semejan los heraldos del profeta Isaías -«la justicia será el cinturón de sus lomos»- que cuidan a los leones para que no den zarpazos al niño que mañana nacerá.
Así que por esta vez, no. Como decía Lope en La Dorotea, «cada cosa a su tiempo, y nabos en adviento». El adviento no es otra cosa que una venida de alguien muy distinto a este villancico de perversión que quieren que entonemos los poderosos del solsticio de invierno, los fiesteros subvencionados, y demás pejigueras sin solvencia. Lo que viene en medio de este ambiente gélido, laicista, ayuno de ideas, y falso hasta el corvejón, es algo muy sencillo: un niño que en su inocencia da la vuelta a este calcetín de la mala política y de las filosofías truncadas. Un simple niño que inaugura vida en su desnudez de humanidad a estrenar. Por ello, se crea o no, Feliz Navidad a todos.