Diario de Castilla y León

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NO ESTOY EN FORMA. Ni en los títulos de estas columnas. El de la semana pasada –‘estupidismo’»– me lo prestó Flaubert, y el de hoy –‘Filomonas’–, mi vecina Carmina. Me agarró por la solapa en el relleno de la escalera –hablo en sentido figurado– y me dijo: Explícame eso de filoterroristas, que no lo entiendo. Sólo he conocido una Filo en mi vida: mi tía Filomena que en paz descanse y, que yo sepa, no era terrorista ni política ni ladrona ni taquera. La gustaba mucho el vino, eso sí.

Pues ya ves, Carminica, ese nombre de Filomena es bien bonito. Procede del griego «phylos», que significa amor o amante, y de «melos», que significa canto. De aquí, Filomela o amante del canto, que en poesía pasó a llamarse Filomena o ruiseñor. O sea, que filo es un prefijo que indica amor por alguien o algo, o amante de alguien o de algo. Las combinaciones en español son infinitas, hija. En el caso de tu tía Filomena, como amante del vino, podemos decir que fue una filocurdas o una filotrancas. O sea, lo que en lenguaje popular se llama pillar una filomena o borrachera con perdón.

Te habrás quedado a gusto con la explicación, ¿no? Mi tía en su gloria te habrá perdonado la ristra de piropos que acabas de echarla, pero a mí no me engañas. Ahora entiendo ese filorrifirrafe del Congreso por una evidencia: por llamar filoterroristas a quienes tanto aman y homenajean a los etarras. Ni que fueran los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él. ¿Sabes qué me parecen estos filopresupuestarios? Unos filomonas. Y ahí te dejo con tus palabrejas al ajo arriero.

Queda claro que Carmina, además de tomarme el pelo, es ingeniosa. No está mal, filológicamente hablando, ese calificativo de filomonas tan equívoco. Ni que supiera griego, pues ahí está el «phylos», que ya sabemos a qué se refiere, y aquí tenemos al «monos» que, curiosamente, significa algo único o exclusivo. O sea, filoprogresista a tope.

Al respecto, me ocurre como a Carmina: en mi vida sólo he conocido a un ruiseñor o a un solo Filomeno. Concretamente el que retrató Gonzalo Torrente Ballester en 1988, bajo el título de Filomeno, a mi pesar, por el que recibió el Premio Planeta. No me gustó mucho el libro en cuestión, pero me reí, pues Filomeno Freijomil era un Filomeno de raza que tuvo muy mala suerte: ningún Garcilaso de la Vega le sacó de la mediocridad a este señorito gallego que no hizo otra cosa que perder el tiempo.

Por esto mismo, resulta tan filogilmendro –amante de los melocotones sin madurar– la ocurrencia del señor Alfonso Rodríguez y Gómez de Celis –filoadjunto de la filoindependentista Meritxell Batet Lamaña–, haciendo filología barata, y quitando la palabra y el escaño a una diputada de Vox que llamó filoterroristas a los amantísimos ruiseñores de ETA, que son los de Bildu y el filocanoro Sánchez.

Al oír y ver semejante maltrato infligido a una diputada democráticamente elegida –y aunque no fuera con nosotros la cosa–, muchos sintieron vergüenza e indignación democrática. Yo me sentí como un simple filomecoso –del latín «missus» que significa abandonado a su suerte,– y que en español se identifica con el arrimo amoroso que tienen los hospicianos, que no tienen donde caerse muertos porque las palabras ya no responden a su realidad, sino que dependen del arbitrio de un político filomonas, que dice Carmina.

¿Cómo llamar a estos filomangantes que aprueban el disparate de la Ley del sí es sí, y que se traduce en unas rebajas aberrantes para el Black Friday que premian a violadores? ¿Cómo llamar a estos filofrescales que suprimen la sedición y el delito de malversación para premiar a golpistas y a ladrones? ¿Cómo llamar –en el mismo orden de cosas– a estos filomutantes como Lambán, Page, o Fernández Vara que de día cazan ratas y por la noche se acuestan con la Pícara Justina porque «sólo para los bobos se hizo la mala fortuna»?

Veo toda esta impostura de filomonas al rescate, y ¿qué quieren que les diga? Pues que echo de menos la franqueza que tuvo Lenin con su retratista, el pintor Yuri Pavlovich Annenkov. Cuenta este conocidísimo pintor –que podemos ver en el Museo Thyssen-Bornemisza– algo estremecedor y de gran actualidad. Mientras hacía el retrato a Lenin, hablaban de la Revolución, pero el filotirano zanjó las confidencias con esta filoadvertencia: «Como sabéis, el arte no es mi fuerte. Para mí el arte es como el intestino ciego del intelectual y, cuando éste haya desempeñado su papel propagandístico imprescindible para nosotros, ras ras: lo cortaremos por inútiles».

Gran lección que debemos aprender los filodemócratas, y que se repite con demasiada frecuencia con Sánchez. Y es que nos gusta perder el tiempo haciendo juegos malabares con la increencia, con la confianza, con la posverdad y con el desdén de la verborrea. Gran diferencia con los filomonas & filomonos que, sin ningún pesar en su unicidad de metralleta ras ras ras, no admiten componendas ni vacilaciones en la imposición de su filototalitarismo. No aprendemos ya ni de nuestra filoinutilidad. Así nos dan «palpelo», haciendo de filomenos, a nuestro pesar.

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