Las vacaciones fiscales
Debe ser que se avecinan malos tiempos para los contribuyentes cuando diferentes autonomías con distintos partidos políticos al frente están compitiendo entre sí por aflojarnos la correa de los impuestos. Tiempos en los que los bolsillos nos seguirán adelgazando mientras los precios y el coste en general de la vida suben. El impacto de la subida de los tipos en las hipotecas, el encarecimiento de la cesta de la compra, la escasez de materias primas o la pérdida de poder adquisitivo de las familias y poder de compra de las empresas llevan meses asentándose y generando daños economicos a la vez que despiertan la incertidumbre. Ese es el gran mal que nos tumbó en la anterior gran recesión. Esa crisis de confianza revive ahora y los distintos gobiernos se ven obligados a forzar algo de sustento, no sólo a nuestra capacidad de gasto sino a la propia supervivencia de las familias, mediante cosméticas bajadas de impuestos, algunas temporales. Pero por mucho que baje la presión fiscal, si no se mantiene la capacidad de las empresas de generar riqueza y empleo acabaremos de nuevo viviendo los despidos masivos de la crisis de los años 2008 a 2014. La única salida es dar un giro a la economía, en todos los ámbitos desde el local al estatal, para introducir la capacidad de sostener y favorecer la competitividad empresarial. Lo están haciendo ya otros países como Portugal e Irlanda y también Inglaterra trata de ponérselo fácil a las empresas. La receta es amplia, desde tocar las cotizaciones sociales a aumentar la flexibilidad a establecer bonificaciones de todo tipo, pero siempre rebajando al mínimo la estupida burocracia que está frenando, bien lo saben las administraciones, el flujo de los fondos europeos igual que ocurrió con las ayudas de la época del covid. Ese tipo de estímulos son engañosos y sólo sirven para dar una falsa imagen puesto que la enmarañada burocracia repele el interés de los supuestos beneficiarios. Por otro lado, en la competición por ofrecer nuevas rebajas fiscales han surgido voces contra las comunidades que, como Castilla y León, han realizado avances en ese sentido criticando el llamado ‘dumping fiscal’ y clamando por la armonización entre las diferentes autonomías. Ese objetivo sería muy bien recibido en Burgos, y supongo que en el resto de la Comunidad, si implica la armonización también con las Haciendas Forales de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra. Actualmente existe un claro desequilibrio con Burgos, que limita tanto con Vizcaya como con Álava que ha sido consentido y consolidado por los dos grandes partidos en sus sucesivos pactos con los nacionalistas vascos para salvar sus obejtivos políticos. Las vacaciones fiscales vascas se pagan en Burgos. Empiecen a armonizar por ahí.