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HAY MUCHOS tipos de incompetentes en función de la acepción del término que utilicemos. Están los incompetentes que no son capaces de hacer la o con un canuto. Y están aquellos otros que carecen de la titularidad competencial para el ejercicio de determinadas políticas o actividades. Y luego están aquellos en los que confluyen ambas acepciones.

Por desgracia los problemas de competencia vienen arrastrándose en nuestro país desde hace muchos años. No es nuevo que los Gobiernos centrales hayan negociado determinadas transferencias de competencias con partidos nacionalistas con el fin de conseguir apoyos de gobierno o aprobación de presupuestos. Una mala costumbre consolidada desde el principio de nuestra democracia que ha ido degenerando nuestro Estado Autonómico hasta llegar a situaciones incomprensibles que sufrimos en la actualidad.

Esta deriva competencial produce efectos tan incoherentes como el hecho de que los españoles tengan problemas para educar a sus hijos en español en una parte de España. Parece un trabalenguas pero por desgracia es una triste realidad que se asemeja a una forma de apartheid lingüístico que se está produciendo en Cataluña. Tiene que ser el TSJ, en lugar de nuestros incompetentes políticos, el que salga en defensa del español en las escuelas catalanas. La presión nacionalista también ha dado sus frutos más deseados últimamente en otras partes de España. El Gobierno vasco ha conseguido una de sus históricas pretensiones a la que hasta ahora se habían resistido los sucesivos gobiernos centrales. La absoluta dependencia de las fuerzas nacionalistas por parte del actual Gobierno y las últimas necesidades de apoyos parlamentarios han derivado en el reciente traslado de presos etarras a cárceles vascas. No se trata de oponerse a las razones humanitarias que pudieran justificar el acercamiento de los presos a sus familias sino, una vez más, a una cuestión competencial que pudiera dar lugar a un trato inmerecidamente privilegiado a los terroristas etarras.

En materia fiscal la distribución competencial también está dando lugar a situaciones inéditas de rivalidad territorial que no tienen ningún sentido. La transferencia de las competencias en materia de educación fue un enorme disparate que pagamos ahora con diecisiete formas interesadas de enseñar nuestra Historia o de valorar la Ebau. Llamémosle armonización, recentralización (como se le escapó al Ministro Escrivá) o como queramos pero es necesaria una reflexión profunda sobre determinadas competencias autonómicas y su desleal ejercicio por parte de algunos incompetentes con inexplicables competencias.