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NUNCA antes las numerosas fiestas que se han celebrado por estos días en Castilla y León han sido más merecidas para los sufridos ciudadanos. Después de pandemias, incendios, guerras, sequías, volcanes…la gente se merece amortiguar el duro regreso post vacacional con la alegría y participación con las que se han culminado las numerosas festividades patronales en nuestra región. Y ello a pesar de los numerosas amenazas y negros augurios económicos para un otoño que ya se nos echa encima. No ha habido analista económico capaz de aguar el ánimo y las ganas de disfrutar de la gente. Ni el euribor, ni la inflación ni los tipos de interés han sido suficientes para evitar el éxito rotundo de nuestras fiestas. Conciertos, toros ferias de día, teatro, luces, magia… han inundado las calles de Valladolid, Salamanca, Ponferrada y otros tantas localidades que han contado con la presencia y participación de un público deseoso de disfrutar a pesar de tanto mal augurio.

En el caso de Valladolid el adelanto de fechas decidido por anterior regidor ha contribuido mucho a su éxito y no sólo por razones climatológicas. Las fiestas a primeros de septiembre producen también un efecto balsámico en el ánimo de la gente. Tras el verano, la mejor manera de volver a la rutina es no volver del todo celebrando unas fiestas que amortiguan mucho el desánimo post vacacional. 

No sabemos cuándo exactamente llegará el tío Paco con las rebajas pero, sin duda, volverán a ser los maltratados contribuyentes los que tengan que pagar la factura de políticas erróneas y decisiones ajenas. Ante la sequía volverá a exigirse a los ciudadanos que apaguen el grifo y consuman menos agua; ante la crisis energética deberán ser los ciudadanos quienes paguen más por la luz y la gasolina; ante la inflación se castiga a los consumidores subiendo los tipos de interés para desincentivar el consumo. Que poca imaginación. Seguimos aplicando fórmulas clásicas a problemas nuevos y extraordinarios Lagarde debería saber que en esta ocasión la inflación no se debe a un ciclo clásico de exceso de demanda en el mercado, sino a situaciones bélicas y geopolíticas extraordinarias que ni han provocado los ciudadanos ni deberían hacerles pagar.

Llegó el fin de fiesta y el caso es que la gente se ha entregado de lleno a las celebraciones patronales como queriendo lanzar dos mensajes claros: después de todo nos lo merecemos; y nosotros no tenemos la culpa de lo que está pasando. Cierto es, pero la macroeconomía y el euribor mandan por lo que habrá que coger fuerzas para que, al menos, no nos quiten lo bailao.