Diario de Castilla y León

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SIEMPRE se ha dicho que el sentido común es el menos común de los sentidos. Ese sexto sentido que por desgracia se echa de menos en demasiadas ocasiones. Por el contrario el sinsentido empieza a ser el denominador común de muchas situaciones que, por mucho que nos las cuenten con toda naturalidad, cuesta creer que la asumamos sin inmutarnos. Probablemente se trata de una consecuencia de la actual sobreinformación que acentúa lo efímero de cualquier noticia por importante que sea. El impacto de las noticias apenas dura unas horas pero sus consecuencias pueden ser irreversibles.

Desde el sentido común resulta muy complicado comprender que cualquier ciudadano extremeño, gallego, murciano o castellano y leonés pueda ser trasladado por trabajo a Cataluña y no encontrar ningún colegio en el que sus hijos puedan hablar en castellano. La noticia de que el Gobierno catalán ha comunicado a las escuelas que no apliquen desde esta semana el 25% del castellano en sus aulas ha pasado prácticamente desapercibida a pesar de su gravedad. No es que ya no haya nadie que defienda los intereses del Estado en Cataluña es que, por lo que parece, no hay nadie en toda España preocupado por la cultura, la lengua o la historia de España en Cataluña a pesar de que más de la mitad de los catalanes se sienten españoles y se encuentran secuestrados por el independentismo radical de sus gobernantes. La lengua española sea probablemente nuestro mayor patrimonio cultural y seña de identidad en todo el mundo pero nadie parece reaccionar.

Es difícil imaginar una situación similar en países como Francia, Portugal o Reino Unido donde el aprendizaje de su lengua forma parte de su legado cultural y de su identidad nacional dentro y fuera de sus fronteras. En Cataluña a este paso los niños que quieran aprender español tendrán que matricularse en algún Colegio Internacional o en colegios privados convirtiendo el conocimiento de nuestro idioma en una especie de privilegio elitista. Y, además el consejero catalán se permite reírse de la Justicia, de las instituciones del Estado y de todos nosotros reconociendo abiertamente que el Gobierno catalán modificó la legislación para no aplicar las sentencias. Y se queda tan ancho. Y a continuación manda un escrito a todos los colegios catalanes que mantienen el porcentaje de castellano indicándoles que deben dejar de acatar las sentencias. Un eslabón más en una cadena de sinsentidos que empezó por llamar países a las regiones, Lleida a Lérida o A Coruña a La Coruña fuera de esos territorios o transfiriendo las competencias en educación; y que continúa haciendo casi imposible el aprendizaje del español en una parte de España. El sinsentido común no parece tener límites.

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