Diario de Castilla y León

Eduardo Rodríguez

Economía de las apariencias

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El economista Santiago Niño Becerra confesó hace unas pocas semanas tener la sensación de que una buena parte de la población española miraba al estío como «el último verano». Una especie del tradicional «que salga el sol por Antequera» como explicación al lleno completo que presentan hoteles, restaurantes y lugares de vacaciones pese a las agoreras predicciones de numerosos expertos, que apuntan a un más que complicado otoño. Hay estudios que indican incluso que hemos dejado de mirar las noticias -más allá de la información meteorológica-, no sea que la realidad nos estropee el bonito paisaje.

Ahora bien, cuando la fiesta acabe -y por desgracia acabará- no habrá escapatoria posible. Ni las ínfulas de Pepe Álvarez desde el púlpito de la UGT van a impedir que toque echar mano de la calculadora para toparse con la cruda realidad. De nada sirve engañarse: la economía de las apariencias sobrevive con naturalidad entre medidas gubernamentales, donde «el dinero público no es de nadie» (Carmen Calvo, dixit) pero se compadece muy mal entre las economías familiares y de empresa. No, no es lo mismo. En la economía de las apariencias, un gobierno dicta una moratoria que impide que las empresas puedan entrar en concursos de acreedores y suspender pagos para -en teoría- dar más tiempo a su refinanciación. Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate que cantaba Mecano. En la economía real, y una vez lavada la cara, que viene a ser el fin de la moratoria, los concursos se disparan un 25% en España y un 45% en Castilla y León. No me mires, no me mires. En la economía de las apariencias, España es ejemplo de creación de empleo fuerte y estable, con medidas progresistas que promueven un mejor reparto y garantizan derechos frente a las terribles prácticas empresariales. En la realidad de la mayor parte de las pymes y autónomos, los costes ahogan, la rigidez laboral lastra posibilidades y toca plegar velas, empezando por prescindir de mano de obra. Resultado: España perdió empleo por primera vez en el mes de julio y los datos anticipan ya un descenso de 137.000 afiliados a la Seguridad Social en agosto.

Frente a la fiesta del despilfarro y el maniqueísmo de los agoreros, me quedo con el sentido común. El Banco de España recomienda mantener un ahorro aproximado que permita cubrir tres meses de gastos. Los «depende» serán muchos, pero al fin y al cabo nunca viene mal recuperar ese «por si vienen mal dadas» que acuñaron nuestras madres desde la más apabullante, contundente y extraordinaria realidad. Esa en la que no caben las apariencias.

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