Peaky Blinders
ESTAMOS en mitad del periodo veraniego y la actividad laboral ha bajado considerablemente en algunos sectores de la economía. En otros ámbitos, como el turístico y el hostelero, por fortuna, están haciendo el agosto. Hay tiempo, para quien pueda, de distraerse con algo distinto de lo habitual, lo cotidiano, lo ordinario. Algunos dicen que descansar es cambiar de actividad. Llevar este principio a la vida termina en el agotamiento físico y, muchas veces, en la destrucción mental. Sin embargo, tampoco pasa nada por no hacer nada. Mirar a las musarañas, dejar pasar el tiempo sin tener un horario fijo y predeterminado, es un ejercicio saludable.
Recientemente se ha estrenado la última temporada de Peaky Blinders. La serie cuenta las aventuras y desventuras de una familia de gánsteres de ascendencia gitana, los Shelby, en la ciudad inglesa de Birmingham durante el periodo de entreguerras. Forman el clan mafioso varios hermanos. El líder de la banda, Thomas, siempre acompañado de Arthur, su fiel escudero, pasa de dirigir una casa de apuestas que manipula los resultados a convertirse en un reputado hombre de negocios y orador experimentado en el parlamento de Westminster, hasta el punto de codearse con personajes tan emblemáticos como Winston Churchill. Lo más sorprendente de la serie es, por un lado, la ambientación que el director hace de los populosos barrios obreros e industriales de la Inglaterra de la época, que contrasta con la vida de comodidades y privilegios de la clase aristocrática del país que vive en la burbuja de Downton Abbey.
Por otro lado, cuenta con maestría las vicisitudes personales y psicológicas de los personajes con actitudes de bondad y de maldad y con algunas coyunturas vitales que son las que determinan sus actuaciones y el terrible devenir de los acontecimientos que se narran. Describe a la perfección el trauma de Thomas y Arthur cuando sirvieron en el ejército de su graciosa majestad en las trincheras. Tras la contienda vivieron como almas medio muertas, sin vida, sin reconocimiento, sin gloria ni proyecto por el que seguir trabajando, salvo amasar una gran hacienda. En definitiva, una serie que merece la pena ver para disfrutar.
En estos calurosos días se han disparado los incendios, especialmente en Castilla y León, causando estragos en las comarcas y pueblos, ya muy devastados por la despoblación galopante. Y unos y otros a la gresca política. Falta cooperación, sobra confrontación.