Las nieves del futuro
Cuando Fernando Sánchez Dragó inicia una polémica, lo primero que uno debe tener en cuenta es que se trata de un provocador nato, por lo que hay que intentar restar la importancia que se corresponde con el aliño que el escritor, perfecto dominador del idioma, pone en su discurso para mejorar el desafío. Es por ello que el autor hace compatibles discursos en los que defiende la pederastia con otros en los que se escandaliza porque, en Soria, «las nietas de las madres que amé tanto van en semicueros por la calle». Esta última frase quedó escrita ayer por Sánchez Dragó en la red social más adecuada para la provocación, Twitter, aunque en esta ocasión no logró la repercusión de otros mensajes anteriores. Salvo en Soria, claro, porque su reflexión era sobre el lugar que tanto frecuenta el literato. Dice que «duele ver en lo que se ha convertido Soria» y se queja de árboles talados, de la vestimenta de las mencionadas nietas, de los pantalones cortos de los hombres adultos, de que hay «rotondas y semáforos por todas partes» y de algunas cosas que se inventa, como que está prohibido bañarse en el Duero. No tiene más relevancia ni debe ofender a ningún soriano porque no es más que un ejercicio de nostalgia, de recuerdos de la niñez y de la melancolía que a veces produce el paso el tiempo y los cambios que conlleva. Lo aclara el propio Sánchez Dragó definiendo el texto que lanza por Twitter como su particular «balada de las nieves de antaño» (¿dónde están las nieves de antaño? se preguntaba el poeta francés del siglo XV Françoise Villon en la Balada de las damas de antaño). En definitiva, el tuit solo evidencia que, tal y como dice Dragó, «de la Soria de mi niñez» queda poca cosa, algo muy natural si quien habla ha superado con creces los ochenta años. Por tanto, poca importancia tiene, pero sí hay algo que a uno le llama la atención, y es cómo de forma reiterada muchos de los que no viven ni trabajan en Soria, a la que solo acuden para descansar y disfrutar de sus bellezas y son siempre tan bien recibidos, se quejan de que Soria se modernice, que evolucione, que siga el ritmo de los tiempos y que forme parte de la sociedad española y europea del siglo XXI. Algunos, exagerando como lo hace Sánchez Dragó, querrían que Soria fuera una reserva, más cercana a las de los indios de Estados Unidos que a las naturales, para poder regresar en sus vacaciones a los tiempos en los que conocieron y cataron el sabroso puchero de la abuela en la cocina de leña. Pero no, Soria evoluciona, al ritmo que puede porque zancadillas no le faltan, pensando sobre todo en la nieve que vendrá.