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Yo también me lo pido. El tirano Sánchez ya se encuentra en su palacio de verano en La Mareta disfrutando en exclusiva de un bien que no le pertenece. No le pertenece en exclusiva porque La Mareta es Patrimonio Nacional. Por tanto, es de cualquier español. Con una diferencia. Él, como Presidente Okupador, no sólo va de vacaciones con dieta, sino que, como okupa de lujo, disfruta gratis de zonas deportivas, playa privada, servicio de cocina, escoltas, falcon, y coches de alta gama para ir al retrete. Qué ínfulas, qué dispendio, qué orgullo y pasión, que decía el pícaro Alfarache como propio de «quien cuando puede no quiere, y de cuando no quiere no puede».

Viendo estos dispendios de tirano sin corbata, he recordado lo que cuenta mi amigo Francisco Uriz –que fue un alto cargo en el gobierno socialista de Olof Palme en Suecia– en uno de sus libros. No tiene desperdicio la anécdota. Invitado por Felipe González, llegó a España en visita oficial. Se quedó escandalizado de las estancias y de los súper lujos que tenían aquí los presidentes del Gobierno. La cosa llegó a su paroxismo cuando a Felipe González se le ocurrió regalar a Palme, como despedida pantagruélica, una caja de vinos Vega Sicilia de añada especial. El sueco le dijo que no podía aceptarlo porque en la aduana de su país tenía que declararlo, y se montaría, de entrada, un escandalazo imposible de digerir.

Pues ahora con la Mareta de Sánchez –al igual que Uriz– yo escribo exactamente lo mismo. Es tal el escandalazo, que ya no se puede digerir en una democracia sin decir algo. Sólo en una democracia de pandereta en la que no hay ni calabaza sin tapón ni político sin quita y pon. Como propietario contribuyente de La Mareta que soy, qué bien me vendría, dicho sea de paso, una estancia en este caluroso mes de agosto. ¿Dónde hay que solicitarlo?