Respuestas ante la inflación
La inflación sigue siendo una de las peores compañeras que tenemos para caminar por la senda del crecimiento. Y el fin de esta compañía aún se vislumbra lejos, con un verano de por medio donde las vacaciones y el tiempo lúdico pueden enmascarar la realidad de una manera provisional, siendo en octubre cuando se espera que la economía se torne del gris al negro.
Y aunque después del verano, siendo realistas, se esperan datos de vértigo, el BCE está intentando que la inflación vuelva a su cota máxima del 2% y ya ha subido sus tipos de interés más de lo esperado, algo histórico al incrementarse en 50 puntos para controlar el caos socioeconómico que padecemos. Debemos recordar que venimos de mantener tipos de interés negativos, pero los picos inflacionistas han obligado al BCE a dejar de lado el camino de la esperanza para ser realistas con el momento actual.
Cuando creíamos que nos estábamos recuperando del parón económico provocado por la Covid19, la guerra en Ucrania estalló provocando cuellos de botella en la distribución y suministro de bienes y de materias primas, así como aumentos desorbitados de los precios energéticos generando una gran incertidumbre e inestabilidad social. Todo ello ha hecho que desde Europa y, en concreto, desde el BCE se tomen medidas contundentes ante el fantasma de una posible estanflación, que cada vez que se deja entrever en los Ejecutivos europeos tiembla el ya denostado Estado del Bienestar.
Pero debemos ser coherentes y saber que un aumento de tipos de interés trae una serie de consecuencias, entre las que se encuentran la disminución del consumo y de la inversión de las empresas, que causarán verdaderos estragos en una economía que se enfrenta a un futuro nada esperanzador. En estos momentos surgen multitud de preguntas ¿Ha llegado tarde el BCE? ¿Debería haber ido aplicando subidas paulatinas para no enfrentarnos a incrementos tan bruscos? ¿Sabrá parar a tiempo? Nada puede cambiar el devenir de las cosas ni mucho menos retrotraernos en las decisiones tomadas, pero quizá un adelanto a los acontecimientos hubiera generado una mayor garantía y una menor incertidumbre.
Hay organizaciones que consideran que hemos llegado al «techo» de la inflación, otras no. El Servicio de Estudios Económicos de Castilla y León (ECOVAEstudios) ya ha advertido que es de extrema importancia la llamada tasa de inflación subyacente, que se ha convertido en un problema de magnitud estructural, siendo un verdadero cáncer para la economía.
Para poder combatir esta situación nadie tiene una «varita mágica», pero sí que existen las recomendaciones que se deben tener en cuenta a la hora de legislar y tomar las acciones oportunas para mantener y corregir la inflación, así como evitar el decrecimiento económico. La AIRef ya ha avisado de que las medidas «improvisadas» que está realizando el Gobierno van a costar caro a los españoles, algo que ronda los 13.000 millones de euros. Todo ello sin contar que estos «paliativos» de dudosos resultados van a elevar el déficit en 9 décimas, aumentando también la deuda pública en unos momentos en los que los socios del Norte de la Unión Europea han incrementado su desconfianza en la gestión económica del gobierno español y que junto con la sinrazón del argumentario socioeconómico, que se defiende desde el ámbito político, hace que la credibilidad de España esté en entredicho.
Pero la realidad es que para poder seguir subsistiendo, el Estado necesita dinero para mantener el Estado del Bienestar, lo que requiere aumentos puntuales de los impuestos al consumo, garantizando el poder adquisitivo de los ciudadanos con una revisión de las políticas fiscales; rebajas en el IRPF, pero evitando una bajada generaliza de tributos; así como preparar una subida «humilde» de los salarios de cara al año que viene, ya que solo han aumentado un 3% en la UE, muy por debajo de la inflación que se ha registrado. Estas acciones se deben acompañar de ayudas que tengan como destinatarios a los verdaderos afectados, es decir, las familias que realmente son vulnerables por tener rentas bajas, un alto nivel de endeudamiento o una mayor dependencia energética.
Junto a todo ello es de extrema necesidad el control del gasto por parte del Estado como de las Comunidades Autónomas evitando duplicidades e incongruencias que lo único que hacen es agrandar el déficit público originado una desconfianza, tanto de nuestros socios europeos como de los mercados financieros, haciendo que la prima de riesgo sea una “bomba de relojería” para la deuda pública. No hay que olvidarse que la eficiencia y la eficacia en el ámbito público se sustenta en tomar las decisiones correctas en el momento apropiado sin «matices» partidistas ni ideológicos.
En definitiva, todas las medidas que se tomen son pocas para poder frenar una situación socioeconómica con una inflación desbocada, en donde las acciones correctivas que se lleven a cabo deben ser coherentes, con sentido común y, a poder ser consensuadas con los agentes sociales. Estamos en un momento donde la inestabilidad internacional y las variables socioeconómicas adversas vaticinan que no se volverá a los niveles de 2019 hasta finales de 2024 o principios de 2025, por lo que se necesitan altas dosis de humildad y responsabilidad por parte de los gobernantes para poder afrontar el momento que nos está tocando vivir.