Turismo apocalíptico
SIN DUDA el sector turístico es uno de los más innovadores en cualquier economía, no sólo en lo que se refiere a su nivel de competitividad y a su capacidad de adaptación a los mercados y a sus sistemas de distribución comercial, sino también en su terminología. Nos son familiares ya multitud de conceptos turísticos como el turismo mice, el turismo de compras, la turismofobia, el turismo slow…y en esta temporada algunos profesionales del sector hablan ya de un fenómeno denominado “turismo apocalíptico” para justificar la avalancha de turistas que abarrotan hoteles y alojamientos turísticos en casi toda España. Se trata de una expresión un tanto exagerada para intentar explicar la desbordante demanda de consumo turístico en casi todos los destinos pese a las actuales circunstancias.
Paradójicamente la mezcla de las dramáticas consecuencias sanitarias de la pandemia junto con las negras previsiones económicas para este próximo otoño se sitúan en el origen de una sensación general de “carpe diem” (o en versión española “que nos quiten lo bailao”) que se ha traducido en un crecimiento exponencial del consumo turístico. De otro modo no se explica que, pese a la desproporcionada subida de precios de la gasolina, de los billetes de avión, de los alquileres de coches, de los transfers, de los billetes de tren y de otros muchos servicios turísticos, hoteles, aeropuertos, terrazas, estaciones de tren, restaurantes o apartamentos turísticos se encuentren abarrotados de turistas en la mayor parte de España. Y no sólo en España. Se trata de un fenómeno que afecta a todo el mundo porque mucha gente ha decidido hacer este verano el viaje de su vida por lo que pueda pasar. Y cuanto más lejos mejor.
Sin duda, la pandemia y sus sucesivas olas han ejercido también una notable influencia psicológica en esta sensación de aprovechar al máximo el tiempo y la salud por las variantes víricas que puedan llegar por mucho que uno se cuide. Tampoco es buen momento para el ahorro y la contención del gasto con una inflación desbocada que devalúa día a día la capacidad adquisitiva de los ahorradores.
La economía y todos sus efectos se basan más en previsiones que en realidades consumadas. Las inversiones empresariales, las cotizaciones bursátiles, la emisión de deuda, los tipos de interés, los presupuestos públicos…se comportan en función de previsiones basadas en estadísticas por lo que, o la realidad contradice los negros nubarrones otoñales o, como diría un castizo para este verano: “lo que te diviertas para ti”.