Diario de Castilla y León

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Fue leer la noticia y se me vino a la cabeza, a botepronto, el pisito aquel en el que vivía Pablo Iglesias en Vallecas. Hasta que, gracias a su fe comunista, pudo vivir de la sociedad y acomodarse en su palacete de Galapagar. Fue verlo tratar con los más vulnerables, hace ya alguna década, en Lourdes, y entender el porqué de Nicolás Castellanos, por entonces obispo de Palencia, para dejar la sede episcopal e irse a vivir, en comunidad, a un pisito de un barrio palentino.

Así, el poder del populismo, sobre todo en el de base de extrema izquierda, permite a quienes lo ostentan separarse por un abismo de privilegios de esos siervos de gleba a los que convierten en tales, necesariamente, para venderles el prospecto leninista. Su triunfo aplasta aún más a esas capas de la sociedad que viven con menos holgura, o sin ella.

Si aquella decisión de Nicolás Castellanos ya me hizo admirarlo sin límite, su abandono de la jerarquía y su viaje, ya como misionero, a Bolivia, para crear Hombres Nuevos, redobló esa admiración.

La noticia de la que hablaba al abrir esta columna no es otra que la concesión, por la Consejería de Presidencia de la Junta, de la Medalla al Mérito Profesional a Nicolás Castellanos, por su actividad en pos de los derechos humanos y de la cooperación internacional.

Carnero, el consejero, lo dijo de modo certero, e hiriente para tanto cínico e hipócrita: “Dejó de hablar de los pobres para estar cerca de ellos”. Castellanos es la bóveda luminosa del alma humana; Iglesias su cloaca. La distancia entre Cristo y Lenin. O así.

El acierto del galardón está en la persona del premiado, sin duda, y también por reconocer unos valores que se activan, en este caso concreto, a través de la fe personal, y compartida, de Nicolás Castellanos. Lo que no significa que solo desde esos postulados la generosidad y el servicio a los demás impulsen el quehacer de muchos seres humanos de contrastada valía.

Valores que favorecen el desarrollo en libertad de las personas, tan opuestos a los extremismos captores de voluntades y votos desde la demagogia y la falta de escrúpulos.

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