Diario de Castilla y León

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UN PEQUEÑO DESAHOGO. Al cruzarme el sábado con mi nieto Marquitos en el pasillo de casa, me dijo: Abuelo, ¡qué oscuro estás! Y se fue tan tranquilo a sus cosas. Salí escopetado para mirarme en el espejo, y me llevé el primer susto. Restregué la superficie por si estuviera sucia, pero no: me vi bien oscurito. De inmediato fui a la cocina donde desayunaba mi parienta. ¿Pero qué te has hecho en la cara? ¡Qué habrás hecho esta noche! Y sin más hice lo que todo español ante cualquier problema de origen desconocido: ir a urgencias.

Me tocó cuatro horas de espera, pues últimamente las urgencias son como el foro romano o un mercado medieval. Aquí acude todo cristo que está preocupado y no sabe a dónde ir. Lógico. Los resultados fueron desconcertantes. Me dijo el médico: los análisis dan bien, y no le encontramos nada raro. Pero hay algo evidente: usted está oscuro, ¿qué ha hecho? Ingenuo de mí creí que sería el doctor de urgencias quien tenía que aclarármelo por aquello que decía la Celestina: «es más cierto médico el experimentado que el letrado». Pues no señor.

Total, que me pasaron a un pasillo en una camilla con los infectados del Covid y del virus del mono. Al rato largo volvió el médico con tres colegas, y me estuvieron explorando y preguntándome durante dos horas para descubrir lo que yo tenía tan grave y que me ponía tan oscuro. Me asusté, y hasta me despedí de la familia porque me llevaban a la UCI. En ese momento, el celador que empujaba la camilla descifró milagrosamente el enigma: pero coño, dijo, ¡pero si este es Antonio, el de las columnas esas contra el Gobierno que salen todos los lunes en el Mundo Valladolid!

Frenaron la camilla en seco, que descarriló en la puerta de la UCI, y me mandaron a casa con cajas destempladas al dar con el síndrome de mi oscuridad: lo suyo es una extensión más de las sombras oscuras que denuncia el presidente del Gobierno. Yo les aseguré que no fumaba puros, como dice su sanchunidad que hacen los oscuros que le persiguen. Ya, me respondieron, pero esas columnitas tienen muy mala leche y oscurecen la pituitaria, señor mío. Haga usted lo que hace Marlaska, las Montero girls, los comentaristas afines, los siervos a sueldo y sus terminales mediáticas, y ya verá qué clarito se pone usted en un periquete.

Cuando volví a casa, le pregunté a Marquitos que si seguía viéndome oscuro. Y el niño, angelito mío, me dijo sin rodeos: No, Lalo, ahora te veo negro del todo. La verdad -y sin faltar al respeto a nadie-, me pareció de perlas la observación del niño. Por fin estoy por fuera igualito que por dentro: negro como un tizón. Es decir, como está Carmina y la mayoría de los españoles. Exactamente así estamos todos. Para ser más exactos, así mismo nos ve el presidente del Gobierno: como una fuerza oscura, que en algunos ya es negra del todo, que va en bloque a por él.

Y en esto tiene razón Pedro Sánchez Superstar & Fraude cum Laude. Como estamos negros de aguantarle, somos su fuerza oscura que camina, ay, por delante de él. A este respecto, ya decía mi gran amigo Gracián -en su obrita El político don Fernando el Católico-, que «vulgar agravio es de la política el confundirla con la astucia: no tienen algunos por sabio sino al engañoso, y por más sabio al que más bien supo fingir, disimular, engañar, no advirtiendo que el castigo de los tales fue siempre perecer en el engaño».

Un cabal retrato de Sánchez sin duda. Él solito ha creado esa mancha oscura, esa astucia para colegiales con beca, y ese engaño para falsos doctores y para falsos ciudadanos en una sala de espera. Hasta los afines saben que su okupación -y vuelvo a Gracián pero esta vez con el Criticón- es bien clara: «la mitad del año, con arte y engaño, y la otra parte, con engaño y arte». Yo, desde esta humilde columna, con mis desahogos y mis chanzas, no soy más que un simple relator de sus engaños y de sus infamias. Ni más ni menos como hacía Gracián en su tiempo.

Veo a la sociedad por las urgencias. Al parecer, estoy pagado por la derecha internacional y por las multinacionales del puro. Pero no deben de tener bien mi dirección, porque a mi cuenta no me llega ni el humo. A mi psicólogo le extraña que no pueda pagarle con lo que debo estar ganando como fuerza oscura. Ni siquiera me llegan los sobres ridículos de Rajoy, o un par de trajes como le ocurrió a cierto presidente de Comunidad. Me lo tiene dicho mi mujer: o jugamos todos o rompemos la baraja. Pues no. Será, digo yo, una cosa matrimonial.

Los claros aquí son, primero, la costurera Yolanda Díaz, que es la cosetodo en las Hilanderas del cuadro de Velázquez y la parca principal del Régimen. Ella suma todo con «amor y cariño» hasta... hasta el despiporre de las sandías en un puesto de Mercadona a la hora del cierre. En segundo lugar Bildu -¡gora ETA militarra!-, que ya escribe la memoria democrática de los españoles, y que incluso organiza un homenaje hipocritón e infame a Miguel Ángel Blanco para echar alpiste ecológico entre los gorriones. Así queda evidente ante la historia lo que es claro y lo que es oscuro. Sin duda.

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