Diario de Castilla y León

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AHÍ ESTAMOS, dos de mis hermanos y yo. Es una fotografía, en blanco y negro, de 1973, creo. Yo tenía 8 años. En pantalón corto los tres. Acabábamos de llegar de Almería y todavía no había dado tiempo a un cambio de vestuario tan drástico. Bueno, lo verdaderamente drástico no tardaría en llegar. El lugar es Basauri, en Vizcaya. Más concretamente en los extramuros de la prisión, aunque dentro de su perímetro vallado. Ahora, entre rejas, aunque con la flexibilidad tierna y cómplice de las autoridades nacionalistas, a las que Sánchez ha cedido mercantilmente competencias en materia penitenciaria, dos de los asesinos de Miguel Ángel Blanco están allí recluidos. Cerca de su casa, de los suyos. Necesitan ese cariño, claro, ellos, tan sensibles.

Después, aunque yo no me enteré, llegó el comando, el seguimiento, la escolta… Mi padre, y mi madre por solidaridad afectiva y presencial, los objetivos. Ya en Tarragona, tras un breve paso por Huesca, me enteré de todo aquello que se me había silenciado. Lo supe por escuchar una conversación en la que yo no era parte. Y desde entonces, hasta muchos años después, ya en Valladolid, ese salir de casa antes que mis padres y mirar debajo del coche. Escuchar con gozo el sonido del motor en cada regreso. Con oído del mejor mecánico, que quiere verificar que nada se ha roto. Que la vida sigue.

Años después, hace 25, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Bajo el patrocinio del nacionalismo y con la autoría material de los pistoleros de ETA. Si al PNV -que es derecha, que a nadie se le olvide- le dolió no fue por la vida del joven concejal, sino porque veían peligrar su negocio compartido (área de votos para ellos, área de ‘heroísmo’ para los terroristas de extrema izquierda).

ETA, bajo otras marcas (Bildu), y con el área de defunciones (asesinatos) clausurada por motivos logísticos y de márketing (y la asfixia policial), no ha muerto. Qué buena eutanasia ‘colectiva’ sería, qué buenos motivos de sufrimiento encarnizado en sus conciencias (es un decir) para solicitar su aplicación. ETA, muérete.

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