Ocurrió un mes de julio
LA CASUALIDAD y la fortuna ayudan a quien se coloca cerca. No cabe duda. Ambas me han permitido conocer de primera mano las entretelas de algunos acontecimientos que han marcado la historia de Burgos. Así, casi de chiripa me topé hace nada menos que 28 veranos con el descubrimiento del homo Antecessor. No lo encontré yo, lógicamente. Pero sí estaba allí cuando los investigadores científicos de los yacimientos de Atapuerca regresaban para comer después de haber extraído de las entrañas de la Sierra esos restos que cambiarían para siempre el estudio de la evolución humana. La euforia, los abrazos y palmadas y cómo tarareaban la banda sonora de Indiana Jones me hicieron levantar las orejas. Al principio no querían contar nada, porque en Atapuerca todo se explica con un año de moratoria para estudiar bien los hallazgos y presentarlos al mundo con una valoración científica completa. Costó que confirmaran que la hoy directora del MEH, Aurora Martín, había encontrado restos de lo que parecía un homínido en el estrato TD-6 de la Trinchera Dolina del yacimiento burgalés. Los más antiguos conocidos de la humanidad. Era el 8 de julio de 1994. Al día siguiente era portada en el rotativo nacional Diario16 en cuya edición burgalesa era yo plumilla por entonces. Tres años después, también en julio, la mejor de las noticias vino a mi encuentro. Por aquel entonces hacía yo un alto en mi carrera periodística para cumplir con mis obligaciones con la Patria y me sorprendió en el cuartel haciendo la Mili. La sorpresa fue literal, ya que tuve asiento de primera fila para presenciar el aterrizaje de José Antonio Ortega Lara en Burgos, recién liberado de su cautiverio por la Guardia Civil. Por la misma unidad cuyo heróico jefe actual acaba de fallecer en acto de servicio y al que sirvan de homenaje estas líneas. Ortega Lara bajó del aparato acompañado del entonces teniente coronel jefe de la Comandancia de Burgos, Sixto Martínez Alba, para siempre inmortalizado junto al secuestrado en la enorme fotografía de mi amigo Toño Gallego para El Mundo. Un testimonio gráfico que todos guardamos en la memoria, pero la casualidad quiso que yo presenciara como bajaba del helicóptero en el campo de fútbol de mi cuartel, delante de mis narices, con su chándal rojo y rodeado de guardias. Y yo sin cámara de televisión -entonces trabajaba en la tele- ni una triste polaroid, no pude hacer otra cosa que llamar por teléfono a la redacción para contar lo que había visto y mandar a un equipo a su domicilio. El resto es historia. Han pasado 25 años y cada mes de julio parece que una buena noticia está a la vuelta de la esquina, pero hoy en día me conformaría con ver que se vaya arreglando la cascada de problemas que llevamos acumulando en los últimos 15 años, desde que pinchase la burbuja inmobiliaria. Ojalá que el año próximo me tope con la vuelta de la normalidad. No haría falta que fuera en julio.