No son imprescindibles
LA MAYORÍA de los políticos que imaginan que gobiernan, fingen que gobiernan y flipan cuando gobiernan, no son imprescindibles y ellos lo saben casi siempre. Lo saben, claro que lo saben; aunque algunas veces nos intenten hacer creer que en realidad gobiernan y que lo hacen bien y para todos. Y ese fingimiento me recuerda a los primeros versos de un poema de Fernando Pessoa que en vez de reseñar a los políticos, reseña a los poetas, pero me da lo mismo. Pueden trasladarlo: El poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente /. El fingimiento es una de las verdades-mentirosas, propias de los gobernantes que se consideran puros como los serafines y se creen descendientes de la pata del Cid. Suponen que los que no piensan como ellos deben de dimitir, porque se sienten fortalecidos y bendecidos por las vociferantes ondas que trasmiten sus seguidores afines e interesados, sobre todo interesados, porque las subvenciones, prerrogativas y “propinas” – raquíticas, por cierto - de 400 escasos euros para que inviertan en cultura los jóvenes que cumplen 18 añitos y que ese “precio” incluya, naturalmente, un codiciado voto parecido al de “El disputado voto del señor Cayo” que detalló Delibes. O, en el mejor de los casos, cuando el gobierno intercede con un cheque de 200 euros a los ahogares de rentas bajas, me pongo de mala leche o pienso que están de coña. Supongo que al presidente del gobierno, el tal Pedro que es piedra - duro e insensible como las piedras que hay junto a la valla de Melilla - y a la vicepresidenta Yolanda Díaz que no dice nada de Melilla y a los ministros que tampoco lo dicen, se les ha ido la olla… ¿Ansían comprar votos, baratos y fáciles, al considerar que los españoles votamos como si fuéramos gilipollas?
Pero en Andalucía salió en tiro por la culata. Y lloraron como Boabdil cuando entregó las llaves de Granada. Espadas lloriqueó, gimió y gimoteó, Echó la culpa a lo demás. Él no tenía culpa. Axia, la madre de Boabdil, ya lo había advertido.
A Mónica Oltra le costó un “guevo” dimitir, ya no es vicepresidenta del gobierno valenciano, la dimitieron los suyos y sus propias circunstancias, por estar imputada en un asunto turbio que ustedes ya conocen y siento un gran rubor al recordarlo. Eso sí, se fue con los dientes apretados porque dejaba atrás prerrogativas, pecunias y prebendas. ¿Por qué se iría con los dientes apretados? ¡He ahí la cuestión! Adivina, adivinanza.