Todo es poco para salvar los montes
NO ME CANSARÉ de insistir en que cualquier operativo de gestión de los montes de Castilla y León me parecerá poco. Cualquier inversión en limpias, en cuadrillas, en trabajo invernal, en material de extinción o en preparar cualquier posible emergencia me parecerá insuficiente. Hay mil cuestiones en las que poder recortar para destinar el dinero a nuestros montes. A cuidarlos y a facilitar su aprovechamiento forestal, que es la mejor manera de protegerlos. No me cabe en la cabeza cómo es posible que ardan 30.000 hectáreas de monte en Zamora. Esa superficie equivale a una décima parte de los 667 montes de utilidad pública que hay en Burgos, sin contar con los de titularidad privada que son, por ejemplo, los montes de la comarca de Pinares que compartimos Burgos y Soria y que pertenecen desde hace casi un milenio a los vecinos de estos pueblos. Ojo, a los vecinos, no a los ayuntamientos. Quizá por eso han prosperado de la manera que lo han hecho durante siglos. Para hacernos una idea de lo que suponen 30.000 hectáreas de monte quemado baste decir que equivalen a dos tercios de la superficie de la burgalesa comarca de La Bureba -el llamado granero de España por su producción cerealística- o más de la mitad de la zona de Pinares, el mayor bosque de pinos de Europa. Estoy convencido de que aunque los vecinos de Pinares se dejarían la piel por su monte, nada habría impedido que un incendio como el de Zamora hubiera dado un mordisco criminal a ese paraíso verde. O en Los Ancares, o en la sierra segoviana o en cualquier otro punto de la Comunidad. Castilla y León es la comunidad con mayor extensión de España, sometida a la desertización como la que más, falta de agua y, como muchas otras, más preocupada de los pasillos de su parlamento autonómico que de las necesidades de su enorme masa forestal. La emergencia sanitaria puede ser la primera prioridad de inversión y atención pública del ejecutivo autonómico tras la epidemia de coronavirus, es lógico y razonable. Pero en el siguiente escalón o como muy atrás en el tercer puesto del ranking de preocupaciones que debería atender el gobierno castellano leonés está el medio ambiente. No cabe ni un recorte en este área de gestión. Inversión en la gestión forestal, en la prevención de incendios, en la coordinación con las entidades locales, con los sectores económicos que viven del monte; la lista es interminable. Tanto como se defiende en Castilla y León el Diálogo Social que, incluso, hemos consagrado en nuestro Estatuto importa la defensa y preservación de nuestros montes. Por encima de política, los políticos y de lo que sea necesario. Es un imperativo de las generaciones pasadas y las por venir y no puede desoírse.