Si ya teníamos sobrecarga de analistas políticos, una nueva oleada ha venido para quedarse y amenaza con instalarse del todo. Se trata de los geopolíticos. Que es lo mismo, pero con menos geografía y más toques de filosofía. Perdón por la comparación. Que uno ya no sabe si mata o espanta o inclusive. Hoy el que no sepa de qué va la geopolítica no sabe nada, por mucha nota que sacase en Ciencias Políticas que, como variante del periodismo, debe ser el último asidero de empleo para los nuevos colegas y los emergentes tertulianos. Y tienen mucho curre. En política siempre se pescan noticias y geonoticias a tutiplén. Y en estos tiempos de guerras increíbles, raros consensos y virulencias electorales, pues eso, caldo de cultivo, río revuelto, regeneración permanente, aquelarres día y noche como rabos de lagartijas. El caso es que me debí perder la clase de geopolítica. Que nadie se rasgue las vestiduras, la geografía política es algo muy serio que, por desgracia, no hemos atendido debidamente en las últimas décadas y así nos luce el censo demográfico. Solo un buen geógrafo sabe revelar la foto en blanco y negro de un territorio y sus gentes, sus árboles y sus animales. Aclarado esto, con respecto a la geopolítica me cuesta traducir su intríngulis. Pero uno que está acostumbrado a valérselas por sí mismo y domina el filigranismo funicular del autodidactismo de canal, camino y puerto, ha descubierto a estas alturas que existe un geomundo mucho más allá del político que es el geodésico, que no es un periodo jurásico, es esa columna de cemento que sobresale en los cerros con una chapita que dice “ojito con tocar el vértice geodésico, que vas a la trena”. He ahí un buen ejemplo de geopolítica exacta, ya me llevaba yo a unos cuantos geoparlantes a tocar territorio de vértice en vértice. Por cierto, qué poco se estila hacerse un selfi junto a la columna de cemento, monolito sagrado, icono del paisaje rural. Los vértices son “puntos de georreferenciación calculados con precisión con sus coordenadas exactas y su altura sobre el nivel del mar”. Y no lo digo yo, lo dice el Instituto Geográfico Nacional, literal. Todo este mundo de los geos es un saco sin fondo, una mina a cielo abierto donde todo cabe. Pero fuera del cesto y lejos de la mimbrera. Os dejo con la OTAN, otros que andan buscando el vértice perdido.