Diario de Castilla y León

Antonio Piedra

En cada voto dejaba pedazos del corazón

Creado:

Actualizado:

Y, NO DAN UNA, pero se han dejado el corazón. La vida es un tango, y cuando gobiernan los socialistas es además un tongo y una estafa. Vayamos por partes, pues aún me dura el golpe que sufrí el sábado con el tango de Gardel, titulado ‘Cuesta abajo’. Tremendo. Recuerdo las cosas de niño y apenas las del presente, pero este tango de la infancia está ahí con gramola y todo. Parece inventado para Sánchez y los suyos con la murga de su amor eterno por Andalucía, que se ha ido al carajo tras las elecciones del lunes pasado.

Trae cola el tema. Pobres socialistas. Con el corazón roto, son la sombra errante de Gardel, «arrastrando por el mundo/ la vergüenza de haber sido/ y el dolor de ya no ser». Eso por fiarse de sus amoríos con el sur. Mal lo tienen por el norte y en Castilla y León. De Madrid no digo nada, y menos desde que el jueves salieron trasquilados en la fiscalía anticorrupción con un sonoro y humillante repaso. Salvo cuatro pueblos de la España vaciada, los separatistas, Tezanos, y el Gobierno Frankenstein, el porvenir sanchuno es el del tango: «una lagrima asomada/ que no puedo contener».

Pues salid a todo trapo, lagrimones. Desde mis viejos libros me gritan los clásicos: se puede engañar a muchos, pero no por mucho tiempo. Este es el caso de Sánchez, y le ha llegado la hora de la verdad. Ya no valen los rollos sanchunos de superioridad moral, o de ejercer la jefatura de la nueva religión como si fuera un papa montonero. La verdad es verdad y se impone por más que catalanes, vascos y valencianos la prediquen con impunidad. Desaparecerá, pues tiene menos porvenir que la vela cuando llegó la luz eléctrica.

El caso es que, quieran o no quieran, las elecciones de Andalucía han sido un tangazo. Han perdido el chollo y el destino, y sólo les queda el lamento por las esquinas: «Si fui flojo, si fui ciego,/ sólo quiero que hoy comprendan/ el valor que representa/ el coraje del querer». Lo comprendemos. Pero los cuentos de Calleja sobre el vivero andaluz de votos –desde Despeñaperros a Punta Umbría– se han derrumbado como en esas construcciones con fichas del dominó. No es que la suerte esté echada, es que ha desaparecido el edificio, el filing, y hasta el escenario del tango.

Por esto, mi vecina Carmina está exultante. Subió el sábado a mi casa como unas castañuelas: Antonio, el tonto de mi marido me ha dicho que ya no es socialista. Ya ves, si se borra mi marido, es que dentro del PSOE quedan tres, y en esto tiene muy buena vista. Se apuntó al PSOE por si le daban un trabajo bueno, bonito y barato. Su razonamiento era impecable: si la Adriana Lastra esa ha llegado tan alto, ¿por qué este Pascual no va a llegar? Seguro que yo saqué notas más altas que ella en el Instituto. Ya sabes, mal de muchos consuelo de tontos. Menuda alegría me han dado los andaluces, hijo, que algo es algo.

Con el mismo tufillo a vendetta, yo también he gozado con los resultados de las elecciones andaluzas. Al ver a Sánchez tan descompuesto y cuesta abajo, me parecía la Dolorosa atravesada por los siete puñales del tanguillo de Gardel: «era para mí la vida entera/ como un sol de primavera,/ mi esperanza y mi pasión». Caray, que somos

también humanos, y nos gusta comprobar que, a veces, tenemos razón y los otros no. O sea, pobres, pero de tontos ni un pelo.

¿Por dónde va a salir todo esto? Se atisba una esperanza. Parece que el ciclo sanchuno llega a su fin. Se irán al basurero las mentiras, las tergiversaciones, los engaños, las injusticias, y el sin fin de ruindades que han ocurrido en España con la aparente normalidad de un Gobierno socialcomunista. No basta que un Gobierno desgastado dé paso a otro nuevo. No señor. Este Gobierno ha hecho todo el daño posible a quienes no comulgan con él. Cuando pienso que algo bueno habrá hecho y tenderemos que agradecérselo, la verdad es que no encuentro una sola cosa. Le preguntaré a mi nieto Marquitos, que es muy espabilado, para ver si en el patio del colegio le han dicho alguna bondad.

No vale darle más vueltas a la rodada, señoras y señores. Los del Gobierno Frankenstein vinieron como vinieron –algo que todo el mundo sabe–, y se van a ir al ritmo del tango más descarado y porteño: sueño con el pasado que añoro,/ con los eres y las mariscadas,/ con los euros para asar la vaca,/ y los votos que no volverán. De futuro nada. En el tiempo que han gobernado han hecho bien una sola cosa: daño.

Así que Sánchez –el hombre con el ombligo más grande de la galaxia–, pasará a la historia como el Presidente que se coaligó con el daño para dormir todos los días con su propia pesadilla, como él mismo declaró con absoluta desvergüenza hace tiempo. Y todo para demostrar que sarna con gusto no pica, y que el tango le vuelve loco: «por aquellos ojos brujos,/ yo habría dado siempre más». A nosotros ya sólo nos queda hacer borrón y cuenta nueva, desbrozar este camino selvático lo antes posible para que no haya más incendios destructores, y colgar sobre los berretes de la historia el título de aquella película que dirigió José Semprún en 2002: «Peor imposible».

tracking