Borgen ha vuelto
LAS PRIMERAS temporadas de Borgen estuvieron a la altura de una saga política de primer orden. La protagonista, Birgitte Nyborg, por el juego de las mayorías y fruto de los pactos en un parlamento muy fragmentado, alcanzó el poder con la frescura de quien llega a la más alta magistratura del Estado con ganas de cambiar las cosas.
La nueva temporada supera a las anteriores. En este momento ya no encarna a la primera ministra de su país, sino a la ministra de Asuntos Exteriores, un puesto relevante en el mundo globalizado en el que vivimos. Todo el entramado gira en torno al descubrimiento de un yacimiento de petróleo en Groenlandia. La posición del gobierno danés, cuya cara visible es Birgitte, consiste en defender el extraordinario paisaje groenlandés, su fauna, su flora y el medio ambiente terrestre y marino. Todo cambia cuando Estados Unidos, China y un incidente diplomático con Rusia entran en juego. La lucha por el Ártico y sus líneas comerciales han dado su pistoletazo de salida.
Ha transcurrido casi una década desde que se convirtiera en la mujer más poderosa de Dinamarca. Ha ejercido durante mucho tiempo el poder y la que en un principio parecía ser un revulsivo democrático, con el paso del tiempo se deteriora, hasta el punto de traicionar los ideales que la movieron a meterse en política. Su incursión en el gobierno tuvo costes muy elevados. Su matrimonio se deshizo como un azucarillo en una taza de café. Sus hijos se distanciaron. Su mentor, con el inicio de la terrible enfermedad de la memoria, el alzhéimer, no la reconoce. Las decisiones que toma no son por interés general, sino por simple venganza o lucimiento personal. En definitiva, un apasionante drama político donde las relaciones personales, familiares, políticas y periodísticas saltan por los aires y la política todo lo invade.
La trama que cuenta la serie está de plena actualidad. Nos encontramos en una coyuntura internacional muy compleja, donde los coletazos de la pandemia, la guerra en Ucrania, la subida de los tipos de interés, una inflación global desmesurada y con la estanflación en el horizonte, hace que el gobierno se tenga que replantear, o no, su política económica y energética. La conservación del poder y de la influencia está en juego. Que pues doblón o sencillo hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero, dijo hace tiempo Francisco de Quevedo.