Los agravios olvidados
EL BOCHORNOSO trato que el Gobierno de España ha tenido con esta Comunidad en materia de infraestructuras motivaría por si solo una revuelta Comunera como la que le montaron nuestros ancestros en 1520 a Carlos I si no fuera por la anestesia que paraliza las reacciones populares en esta tierra. Los 17 años y 7 ministros que ha costado terminar un tramo no especialmente largo de la autovía del Duero en la provincia de Soria son un ejemplo de este olvido de las infraestructuras públicas en Castilla y León. Un pretexto para la revolución cívica que no será. Al menos en Soria sí se ha despertado un sentimiento ciudadano de agravio colectivo ante esta discriminación del Estado que ha sido aprovechado para crear un partido político, cuya agenda se verá en las Cortes si se ajusta a ese gritó popular o tiene otras prioridades. A este lado de la frontera, en cambio, ni los aspirantes a salvapatrias ni la atocinada sociedad civil suponen la más mínima molestia para las conciencias (si las tienen) de los dos grandes partidos que han gobernado España por su olvido de Burgos. Sí, olvido. Han leído bien. Ya sé que en otras provincias puede sonar extraño como poco que Burgos, el «motor industrial de Castilla y León», como la definía hace poco el presidente Mañueco, se ande quejando de falta de cariño de las instituciones, pero no por eso deja de ser cierto. En esa misma autovía del Duero los únicos tramos sin norte ni futuro son los que corresponden a los cuarenta y tantos kilómetros que discurren por la provincia de Burgos. Tan atrasados y olvidados están que han tenido que actualizar los proyectos. Ni se sabe cuando podrían comenzar unas obras que ni siquiera están cerca de salir a concurso. Igual que en el parque tecnológico de Burgos y poco más o menos como en la autovía de Burgos a Aguilar, otra obra que fue reprogramada. Clavos sobre ataúdes sellados en hormigón. Pero lo asombroso es que semejante agravio no levanta olas de indignación. Muchos ni siquiera levantan la ceja al leerlo en este periódico, que muchas veces parece que se preocupa más que nadie por estos agravios. Pasadas las elecciones de febrero, nadie sabe dónde se llevaron el circo esos presuntos movimientos ciudadanos y los que se rasgaban las camisas. Dónde están ahora los que hicieron campaña dándose golpes en el pecho. En qué lugar quedan hoy los salvapatrias. No los busquen, que volvieron a las catacumbas hasta que los vuelvan a activar. Igual que los que visitaban explotaciones agrarias y ganaderas en campaña electoral por primera vez en su vida. Esos no aparecen otra vez, no vaya a ser que el lobo les meta un susto. Otro día hablamos del AVE, que ahí hay tela que cortar.