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No sé si el “aúpa” es solo un grito de guerra con marca registrada de unos pocos o se puede utilizar a libre albedrio. Por el momento, me lo apropio. ¡Aúpa el Real Valladolid! Paso la hoja blanquivioleta del calendario con asombro, sin disimular cierto orgullo pucelano. Y no oculto que lo hago con una sonrisa en los labios. Bendito bálsamo el del fútbol cuando este deporte viene a distraer, a emocionar y a incrementar el sentimiento de pertenencia a una ciudad a través de los colores de una camiseta, en este caso, de futbolista. Los que vemos el fútbol de lejos, desde los titulares, y hemos perdido esa pasión desmedida capaz de soportar gélidas tardes y resultados desalentadores en el estadio, asistimos en estos momentos a una sensación de euforia compartida por ese ascenso a la Primera División. Es el momento de premiar a tanto aficionado que ha sufrido mucho y que, a pesar de los malos resultados, ha seguido a pie de grada las salvas de fogueo del cañón morado. Dicen que los vallisoletanos somos muy poco dados a las emociones visibles. Puede que en esto existan razones para admitir cierto toque lacónico y ese semblante sin “graciosismos” de superficie. Teniendo en cuenta que la ciudad de Valladolid es una playa interior en la que rompen las olas de moradores y visitantes de mil lugares, el que algún rasgo de carácter se mantenga a flote no deja de ser una suerte. Pero ahora toca volver a la euforia, a seguir a nuestro autobús triunfante, cargado de gladiadores blanquivioletas que exhiben su gesta en las calles y son vitoreados por los vecinos. No me fío mucho de los que, ante un acontecimiento de esta índole, responden con indiferencia y, a veces, con desprecio. De lo que no hay duda es de que una parte de la población, del padrón de la ciudad, está contenta y feliz estos días. Al día siguiente volvemos a nuestros quehaceres, todavía henchidos de alegría. Somos los mejores en algo y no estamos muy acostumbrados a serlo. Y ese estado de gracia futbolera durará lo que dure, pero seguro que ha generado buen rollo en los entornos de la familia pucelana. Siempre se dijo, y hay teorías que lo demuestran, que el fútbol es una enorme cortina de humo que oculta los problemas que nos acechan. Pero lo cierto es que los problemas ahí están, no se han ido y habrá que afrontarlos. No me negarán que lo haremos, pero, eso sí, estando en Primera División. ¡Aúpa Pucela!