El desolador saldo vegetativo agudiza la despoblación
DESOLADOR. sÓLO ASÍ puede calificarse el saldo vegetativo que deja el último balance de nacimientos y defunciones en Castilla y León. Desolador y descorazonador porque evidencia el grave problema al que se enfrente la Comunidad, el de la despoblación, que se agrava y agudiza aún más con este negativo saldo vegetativo.
Cifras que, sin duda alguna, vienen a evidenciar la importancia de poner en marcha medidas y actuaciones políticas que vengan a frenar desde ya la sangría poblacional que vive Castilla y León, que ve cómo, estadística tras estadística, ya sea el padrón, el saldo migratorio o el vegetativo, ve cómo se sitúa a la cabeza del país en lo que a pérdida de población se refiere. Los datos están ahí y son contundentes, justo lo contrario a las políticas que se vienen aplicando por las administraciones, principalmente el Gobierno y la Junta, para combatir el problema.
Es hora de dejar de echarse las culpas unos a otros y de sentarse a trabajar codo con codo. Esta es una tarea que compete a todos, al gobiernos central y autonómico y a la oposición. Y en el que se tienen que involucrar todos los actores políticos. Ya pasó el tiempo de los bancos de pensadores y de idear estrategias. El diagnóstico está claro, y se llama despoblación. Y lo es así en todas y cada una de las provincias de laComunidad, con una incidencia mucho mayor en León o Zamora.
El conjunto autonómico registra más de dos muertes por cada nacimiento en el primer trimestre.Y la mayor parte del saldo vegetativo negativo se lo lleva la provincia leonesa, a la que sigue Salamanca, Valladolid y Burgos. En el lado de los nacimientos, el total de los nacnacidos en la Comunidad apenas llegan la cuatro por ciento de los anotados en el conjunto nacional. Castilla y León anota menos alumbramientos que antes de la pandemia y menos que en 2020. Y ni siquiera el ligero incremento del año pasado ayuda a paliar ni siquiera mínimamente el catastrófico salgo vegetativo.
De hecho, no se cubren, ni de lejos, las bajas del censo por defunción, casi el triple. No hay más que ver que el primer trimestre del año sumaba más de cinco mil nacidos menos que fallecidos. Hay que destacar que se trata de un dato aproximado, ya que existe un descuadre de cinco días: mientras el INE mide los nacimientos por meses, las muertes las contabiliza por semanas y aún resta que desde el Instituto se lance el dato definitivo, pero la tendencia es clara: Castilla y León se desangra. Y el desolador dato del saldo vegetativo viene a agudizar aún más el drama de la despoblación.